Entradas

Mostrando entradas de 2016

Último día del año.

Este año ha estado repleto de cambios, de momentos nuevos empezados siempre con un poco de miedo, con un poco de timidez incluso, pero con las ganas de aventura, con el optimismo y con la ilusión siempre presentes. Sin olvidarse de disfrutar cada momento como si fuera el último, sin perderse cada una de las sonrisas que se esconden aunque con fijarse un poco era suficiente, sin dejarnos a nadie por abrazar con el alma, sin acostarnos antes de las doce porque nos quedamos bailando hasta las tantas, sin negar un bonito gesto que nos sale desde lo más profundo de nosotros mismos. Y por supuesto siempre acordándonos de sentir la libertad en cada soplo del viento que nos removía el pelo, de darle la importancia necesaria a las únicas cosas que las tengan, de darlo todo por los que siempre están y de por supuesto ser feliz. ¡Benditos cambios! Afrontemos los nuevos retos aunque el viento sople en contra, aunque el oleaje esté salvaje, tomemos el timón de nuestro propio barco y dirijámono

Sensaciones.

Qué bonita sensación la de pasear con la noche encima, la de sentir los granos de arena revoltosos por la planta de los pies, la de soltarse el pelo y sentir cómo revolotea en todas las direcciones, saber que va a acabar enredado pero en ese momento no importa nada más que esa sensación de aquel instante. Esa sensación que de vez en cuando nos recorre enteros, quizá en algún tren perdido, a lo mejor al ver recuerdos encerrados en una caja que cuando la abrimos iluminan toda la habitación o incluso al escuchar una canción que nos dé las ganas y la ilusión que en determinadas ocasiones faltan. Aunque, no hay mejor sensación que todo esto se repita día sí y día también, así que llénate la cabeza de ideas locas, de carcajadas, de ilusiones y de sueños y lucha contra viento y marea para que el corazón sonría siempre. A ya veintidós de diciembre, jueves.

Magia.

Igual la magia sí que existe: en la magia de los comienzos, en la primera sonrisa, en el primer hola, en la primera broma, en el primer guiño de ojos, en el primer beso, en los primeros. Por supuesto que también tenían magia los finales, en cómo devoramos las últimas páginas de nuestro libro favorito, cómo las lágrimas no paran de salir después de cerrar el cajón de nuestros recuerdos o después de recordar a aquellos que ya no están. Pero, encuentra y rodéate de aquellos que sepan encontrar y hacerte ver la magia de los intermedios, de los días comunes, de la rutina, de los que sepan hacerte feliz sea como sea, empleando todas y cada una de las herramientas que tengan. A dieciséis de diciembre, viernes.

Poesía.

Y qué bonito que seamos capaces de encontrar poesía por cada rincón que pasemos, por cada gota que cae sobre ese chubasquero amarillo, por ese humo del café que se escapa subiendo hasta las nubes, por cada sonrisa perdida en algún domingo de otoño, por todas esas calles inundadas de hojas y llenas de colores marrones y ocres. Encuentra poesía allá donde vayas, quizá algún dibujo que te inspire, un gesto sencillo pero detallista, un guiño de ojos entre dos desconocidos, aunque, sinceramente, para poder encontrar algo había que empezar por crearlo. Así que, sé valiente y échale un órdago a la vida: sé poesía. A dieciséis de diciembre, viernes.

Canciones que nos atrapan.

A veces todo lo que necesitamos es subir un poco más el volumen de la música, bailar con cada canción con todas las ganas que tenemos guardadas, cantar como si nuestros pulmones nunca se quedaran sin aire, sentir cada letra y hacer nuestro ese instante. Y en ese momento, sientes que las buenas sensaciones te recorren de arriba a abajo. Y qué bonito volver a tener esa sensación una y otra vez, todas las que quieras, como si pudieras ponerla en modo repetición, como si la hubieras guardado en una caja que siempre pudieras abrir, como que esa sensación de alegría volvía cuando escuchabas la canción y sonreías a más no poder. A once de diciembre, domingo.

Como en casa.

Y que la lluvia nos empape, que nos cale enteros, que se cuele por nuestra nuca recorriéndonos toda la espalda, que nos moje todos los millones de pelos que tenemos en la cabeza y que llegue hasta la sonrisa. Pero, encuentra a esas personas que te hacen estar como en casa, que hacen que cuando estás con ellos, no haya frío ni lluvia que te moleste, que sean como un pequeño refugio, como un hogar al que acudir para que nos sintamos como si estuviéramos siempre con un paraguas protegiéndonos de la lluvia, con un abrigo en contra del frío y con un Sol propio brillando únicamente para cada uno. A tres de diciembre, sábado.

Luz.

Seamos luz, alumbremos casi más que las farolas que encontramos a nuestro paso en los barrios de Madrid cuando la noche está sobre nosotros y brillemos por nosotros mismos incluso más que el Sol. Muchos pensarán que esa luz se encuentra escondida en algún recoveco del alma, pero, yo les contradigo y creo que se transmite más fácil de lo que creemos: con una simple mirada en la que dos pares de ojos, cada cual con su retina y pupila se encuentran y niegan a apartarse. Quizá de ahí que se escuche en las barras de los bares que no es muy difícil perderse en las miradas, bucear hasta el fondo y encontrar tesoros que hasta ese momento nadie había descubierto. Otros tantos preferirán guardarse esa luz para ellos mismos, para brillar más que nadie en esos días en los que el cielo se encapota y las nubes predominan allí arriba. Pero, si os soy sincera, nada como compartir este brillo único que todos tenemos y regalarlo sin pedir nada a cambio. A veintisiete de noviembre, domingo.

Enamorada de:

Estoy enamorada de la vida, de las vueltas que da, de los atardeceres en los que de fondo sonaba el oleaje del mar Mediterráneo, de las noches en las que las estrellas se peleaban con la Luna para ver quién brillaba más, de los amaneceres en los que el Sol salía con más fuerza que nunca, de los paseos por la playa en los que la arena se colaba revoltosa entre tus dedos de los pies, de las conversaciones que cobraban sentido a las tres de la madrugada, de los recuerdos que nos llenaban el corazón de una alegría un tanto nostálgica, de las carcajadas que nos hacían sonreír quisiéramos o no, de la mirada que establecía una conexión entre dos personas, de la fauna y de la flora, de las canciones que nos subían el ánimo y nos hacían bailar hasta que nos faltaba el aire, de los abrazos en los que lo único que quieres es escuchar el latido del otro, de las sonrisas más sinceras, de los buenos momentos, del optimismo, de las ganas, de los momentos grises en los que los que están siempre hacen

Veintiuno.

¡Qué alegría, qué buen día! Hoy esta siendo un día maravilloso, de estos que de tanto sonreír te llegan a doler los mofletes, pero, oye, que si es por estar feliz, que duelan todo lo que sea necesario. Hoy me doy cuenta de lo bonita que puede llegar a ser la vida y sobre todo, si tienes gente que te haga verlo. Hoy tengo que dar las gracias una y otra vez a todo el mundo que hace posible que la rutina no sea tan pesada, que la ilusión y las ganas estén al alcance de mi mano. Pero, ¿sabéis qué sensación es increíble también? El ser feliz y poder transmitirlo, el hecho de ser capaz de llenar la habitación de optimismo y buenas vibraciones al escuchar tantas carcajadas, al sentirse a gusto con todo aquel que te rodea. Sonríele a la vida que son dos días y ya llevamos uno. Venga, rodéate de quien merezca la pena y ya verás como ves todo de una manera más sencilla. Los grises se tiñen de verde esperanza y esa luz nunca te deja de guiar en el camino. Con una sonrisa impecable, a veinti

'I believe in you', Michael Bublé.

Quizá todo se base en confiar, en creer, en saber que al final todo irá bien, sentirnos en paz y acorde cuando suena nuestra canción favorita o cuando sentimos el ritmo recorriéndonos enteros haciendo imposible el hecho de que no bailemos. Qué fácil era sentirse así con la música sonando de fondo, con carcajadas que llenaban la habitación, con miradas que sonreían por sí solas, con ánimo que llegaba de todos lados. Hoy no vengo a decir que la vida está pintada de mil colores ni que todos los días son espléndidos, pero, sí que nosotros éramos, somos y seremos importantes. Quiero decir que uno podía quedarse con ese gesto que vio en el metro o con la cantidad de veces que se ha tropezado en dos escasas horas. Seamos capaces de confiar, de dejarnos sorprender, de olvidarnos de los planes preestablecidos dejando a la vida que siga su curso, que vaya por donde ella quiera que nosotros la seguiremos a pesar de que en los altavoces no siempre la canción que nos guste. Aunque, igual ah

Hacía mucho.

Hacía mucho de un momento difícil, de un segundo amargo, de un no poder sonreír con la amplitud y ganas de siempre, hacía mucho. Pero, la vida es así de caprichosa, cuando tienes todo, algo te quita y cuando no tienes nada, algo te da. Sin embargo, ¿qué sería de nosotros si no nos lo tomáramos con humor? Muchas veces he escuchado lo de "mejor reírse, es lo más serio", aunque haya momentos en los que no apetezca, en los que lo único que quieres es desaparecer por un rato o volver atrás en el tiempo para revivir recuerdos. Pero, ¿qué pasa cuando todo es gris y ya no hay colores con los que llenar el dibujo? Ahí, justo en el momento más complicado, sé tu color favorito y deja que los demás también lo sean, que rellenen tu hoja con todas las tonalidades de verdes, azules, amarillos, rojos, morados posibles. Hacía mucho de un momento difícil, pero, ¿quién ha dicho que no seamos capaces de superarlos? A 17 de noviembre, jueves.

Soñar despierto.

Hay un momento en la vida en el que comprendes que no hacen falta alas para volar. Algún que otro se reirá como si fuera algo lógico pensando que hablo de alguna máquina que alce el vuelo tan alto, o incluso más que los pájaros. Pero, qué va, sentiría la vida de manera muy superficial si creyera que todo se basa única y exclusivamente en lo material. ¿Dónde os habéis dejado los sueños? ¿Los habéis soltado por el camino por miedo a que no se cumplieran después de pedirlos tantos años al soplar las velas? Estoy hablando en segunda persona porque, ahora mismo, me niego a dejar que mis sueños no me hagan volar, quiero dejar que me hagan sentir que rozo las nubes con las yemas de los dedos hasta que prácticamente me zambullo en ellas como si fueran piscinas de algodón. Ojalá ese momento del que te hablaba al principio de este texto llegue justo ahora o quizá llegue yo tarde y ya te hayas dado cuenta. A quince de noviembre, martes.

Sonrisas y caminos.

Qué imprescindible que la sonrisa combine con todo, ya sean unos vaqueros, unos calcetines chillones o un pintalabios rojo. Te prometo que no había momento en el que no quedara bien, es más, nunca venía mal: una sonrisa limpia y sana de apoyo moral, una sonrisa sincera al ver un pequeño detalle, una sonrisa. No pido más. Aunque, si no os miento, ya era mucho. No siempre eran tan transparentes y simples como os quería hacer ver hace escasos segundos. Pero, ¿acaso era tan complicado? ¿O éramos nosotros con nuestras incansables limitaciones? Siempre preferíamos seguir al rebaño, pisar las mismas pisadas que ya habían caminado por ahí para ir sobre seguro, jamás salirnos de las vías porque ellas nos señalaban la dirección correcta. ¿De verdad no vas a elegir por ti mismo y así ser plenamente libre? ¿De verdad no quieres saber cuál es la sensación de correr y sentir el viento entre tu pelo, sacudiéndolo con la fuerza de un huracán? Muchos pensarán que estoy loca, que me equivoco, que to

La vida.

Qué bonita es la vida como para dejarla pasar sin más, qué importante darse cuenta de lo que merece la pena, aprender a disfrutar con lo más mínimo, saber sonreír en los peores momentos para en los más felices estar más radiante que nunca. ¡Que la risa cura todo! Ríe hasta que te duelan las mejillas, hasta que te quedes sin aire y ya no te suenen las carcajadas. No sabemos el valor de las cosas hasta que las perdemos o, bueno, eso es lo que se dice, contradícelo, sé la excepción que anula la regla y aprende a querer todo y a todos los que tienes antes de que sea tarde. Vamos, que no es tan difícil. En resumen: valora y sonríe siempre, sin parar. Que sin el optimismo y la ilusión, estamos más que perdidos. Y, si por algún motivo te sientes sin saber a dónde vas, mete la mano en tu bolsillo izquierdo y saca la brújula que todos llevamos dentro. Que apunte al punto cardinal que apunte, adelante. A nueve de noviembre, miércoles.

Pupilas, iris, colores.

Qué importante son las miradas y, cuánto dicen. Fíjate bien, que a veces sonríen sin que hagan falta sonrisas, a veces lloran sin que se necesiten lágrimas. Lo único necesario era perderse en ese agujero negro que era la pupila y, que, a veces, pasaba desapercibida con el iris. Se fundían la una con el otro, dándose la mano sin cortarse ni un pelo, siendo libres y corriendo en contra del viento. Vamos, mira todo lo que está a tu alrededor, disfruta de ello, dejando que los colores te llenen, que tus ojos se impregnen de esos ocres que rodeaban e iluminaban nuestro mundo, que estaba plenamente repleto de millones de variedades de círculos cromáticos. A tres de noviembre, jueves.

Arte.

Imagen
El arte también puede encontrarse por las calles, en cada cafetería con sus sillas amarillas colocadas al fondo de esa esquina, en cada pincelada sin que hubiese sido dada en un lienzo para que fuera enmarcado, en cada verso con rima asonante escrito en el suelo, en cada dibujo que alguien pintaba en medio de la calle sobre toda esa gente que cruzaba el paso de cebra o en aquella mezcla entre naranja y amarillo que expresaba el atardecer que iba a tener lugar dentro de una escasa media hora. Estamos completamente rodeados de arte, de poesía, de versos, de música, de cine, de escultura, de letras, de fotografía, de dibujos, de auténticas maravillas que no todos veíamos. Sé diferente y adéntrate en el mundo de la imaginación. Vamos, pasa, que la puerta siempre está abierta. A uno de noviembre, martes.

Que los sueños vuelen y hazlo tú también con ellos.

Y qué bonito perderse, encontrarse, cuenta atrás desde diez y salir a buscarse. Ir mirando detrás de cada tronco, intentando no hacer demasiado ruido aunque con todas las hojas por el suelo era prácticamente imposible. Mira hacia arriba, hasta la última rama de cualquier árbol, casi ya desnudo del todo por la llegada del otoño. Sin embargo, las tonalidades ocres me rodean, se cuelan por mi iris marrón sin discreción alguna hasta que puedo sentirlos por cualquiera de los sentidos. Tocar colores, respirar sensaciones y mirar lo invisible. Quizá los verbos no vayan del todo acorde a las palabras siguientes o quizá era que nosotros nos limitábamos demasiado. Poníamos impedimentos: los colores únicamente se ven, las sensaciones solamente se sienten (viva la redundancia) y lo concreto es lo que se puede tocar. ¡Cuán equivocados estábamos! ¿Acaso un color no transmite sensaciones? ¿Acaso no puede traerte a la memoria que, justo esa tonalidad era el color del vestido de los miércoles de c

Jueves.

Y que seamos hojas movidas por el viento, que el tiempo nos lleve por los caminos de la vida con una sinfonía que siempre nos acompaña, que siempre está puesta de fondo por si queremos salir al centro de la pista de baile. No siempre teníamos la oportunidad de elegir la canción ni el autor, ni siquiera el género, pero, ¿acaso no era eso lo bonito? La incertidumbre, el misterio del ‘qué pasará’, el dejarnos sorprender cada día un poco más por lo que nos depare la vida, la suerte o incluso el destino. Andamos a ciegas, sin saber si el siguiente paso que demos será en suelo firme o nos chocaremos contra una piedra y, que, por saber, no sabemos nada, así que, igual deberíamos dejar un poco de lado tanta organización y predicción del porvenir. ¡Disfrutemos de este instante! Y del siguiente, y del próximo y así sucesivamente… PD: pensemos esto cada momento durante todos los días de nuestra vida, igual así somos más felices. Además, ¿qué perdemos por intentarlo? A veinte de octubr

Y, aun así, siguen bailando.

Todos los días nos acostamos viendo cosas tanto terribles como maravillosas. Un huracán. Haití sufriendo otra vez. Más de 900 muertos. Destrozos. Pérdidas. Lágrimas. Tristeza. Desesperación. Injusticia. Una niña bailando sin música, sin banda sonora, sin auriculares, bailando por encima de los escombros, del miedo, de la poca esperanza que puede quedar en su corazón. En ese momento, no le importaba el no tener casa, la posibilidad de poder haber perdido a un miembro familiar, el poder haberse roto un hueso sin siquiera tener un médico que se lo arregle. Sin comida. Sin agua potable. Sin casa. Y, aun así, sigue bailando. Sigue bailando porque ella es capaz de imaginarse una melodía en su cabeza a medida que una sonrisa se pinta en sus labios cuando saca a su hermano pequeño a moverse también, quizá para evitar que se hunda mirando todo lo que el huracán se ha llevado. ¿Qué tal si aprendemos a ser un poco más así? Si nos olvidamos de la música, de las canciones

Si no es ahora, ¿cuándo?

Llenémonos de miles de canciones, de melodías de piano, de notas, de acordes de guitarra, de cuerdas rasgadas, de palabras. Llenémonos también de todo lo que esas armonías implicaban, de la inspiración, de los recuerdos, de los momentos que nos traen a la mente como si fueran escenas de películas con banda sonora de fondo. La banda sonora que nosotros quisiéramos. Que empiece la obra de arte, se abre el telón.  Y, con ello, un nuevo inicio, otro comienzo, en el instante que sea. Que no haga falta un nuevo año, ni un nuevo mes, ni el 'próximo lunes ya empiezo'. ¡Que sea ya mismo! Qué sencillo era llenarnos con cualquier pequeña cosa, con la buena música, el buen cine, los buenos gestos, la buena gente. Apostemos (otra vez), consigamos ganar la partida a la vida y disfrutar de esta montaña rusa de emociones que iba desde lo más hondo hasta lo más alto en cuestión de segundos, en esa precisa oportunidad de aprovechar esa carcajada guardada que estaba a punto de estallar en

Podríamos ser pero, ¿somos?

Podríamos ser tantas cosas que ni siquiera los dedos (tanto de las manos como los de los pies) me valdrían para contar todas. Seamos alegría, sonrisas, paz, esperanza, libertad, paciencia, amor, carcajadas, bondad. También podíamos elegir la película favorita, alguna que otra serie, quizá algún capítulo en concreto, nuestra lista de reproducción que nos hacía un poquito más felices cada día, los bailes que hacíamos delante del espejo del baño con el cepillo del pelo en la mano a las tantas de la madrugada, el efecto que tenemos en los demás. Sí, voy a quedarme con eso último. Es impresionante cómo con simples gestos, detalles, podemos ser capaces de llenar, mejorar, completar la vida de otros. Y, ¡qué bonito es que te lo digan! No tiene por qué ser un gracias en sí, a veces, con una simple mirada no hacía falta nada más. Qué importante es apostar por nosotros, creernos capaces de llegar a conseguir el mundo ideal. Muchos lo llaman utopía, quizá son demasiado pesimistas y ven el vas

Alguna exclamación que otra.

Y, ¿para qué mentiros? ¡Qué bien sienta ser feliz! Ni siquiera sentirse feliz, si no serlo. ¡Qué maravilloso es poder disfrutar con los mínimos detalles!  Unos 'buenos días' que nunca están de más, un 'gracias' que siempre se agradecen, un 'perdón' acompañado de una medio sonrisa como señal de doble disculpa y tantas otras delicadezas que, de vez en cuando, se aprecian en las escenas más cotidianas, en esa rutina que tan poco nos gusta.  Intento explicaros con palabras la sensación que me recorre entera día sí y día también, pero, hoy mismo leí el significado de la palabra inefable y, cómo deciros que no podría explicarme mejor que con este adjetivo calificativo. Por cierto, quiere decir que algo es tan increíble que no puedes valerte de las palabras. ¡Sintámonos felices de poder vivir otro día más! Porque, ¡qué importante es sentirse vivo y no estar vivo sin más!  (Últimamente utilizo muchísimo las exclamaciones, aunque, tiene una explicación, quiero

¿Cómo ser feliz?

Muchas veces he leído la siguiente pregunta: ¿cómo ser feliz? ¡Cuánto nos complicamos la vida! Quizá, y solo quizá, puede ser que yo lo vea de manera muy sencilla porque tengo la suerte de tener la alegría y el optimismo al alcance de mi mano, no es que los roce, es que puedo prácticamente cogerlos y hacerlos míos. Todos esos buenos sentimientos, esas buenas vibraciones que deberían recorrernos a todos, que deberían hacernos felices a cada uno de nosotros. Sin embargo, yo no tengo mucho mérito. Soy feliz porque tengo todas las herramientas para conseguirlo. Tengo gente a mi lado que me quiere, salud y ganas de vivir. Pero, ¿y todas aquellas personas que incluso en los momentos más oscuros son capaces de alumbrar más que el Sol? Esa gente, que, a pesar de todas las dificultades, las salta como puede y todo para seguir adelante. Para demostrar al mundo que después de la tormenta viene la calma, que las estrellas no brillan sin oscuridad (cierto es, podemos comprobarlo en el cielo de Ma

Verbos y detalles.

¡Qué bonito es sentirse vivo! Reír, llorar, saltar, correr, gritar, escuchar, cantar, bailar, beber, salir, ver, leer, disfrutar, dar. Ahora podría seguir mencionando todos aquellos verbos que merecen la pena, aquellos verbos que tienen que ser conjugados en primera persona sí o sí, aquellos verbos que todos tenemos que experimentar al menos alguna que otra vez. ¿Nunca os habéis dado cuenta de lo poco que apreciamos los pequeños detalles?, ¿las mínimas cosas que todos pasamos por alto? Es como si estuviéramos demasiado ocupados en nosotros mismos, como si no tuviésemos tiempo para los demás. Cuando, sinceramente, es el regalo más bonito que te pueden hacer. Regalar el tiempo. Ir en el metro, fijándote en el resto de pasajeros y pensando acerca de ellos, de su vida, de su familia, de su historia, de sus gustos, de su color favorito. Hay tantas posibilidades que, hasta la imaginación en ocasiones se queda seca, sin nuevas vidas que inventar, sin personajes que crear en este cuento. Q

Ideas, trenes, sonrisas.

Ahora mismo hay miles de ideas recorriendo mi mente, pasan como trenes, todos a la vez. No puedo subirme en todos. Elijo uno, el de la tercera vía y corro para cogerlo, antes de que las puertas se me cierren en las narices. No me he parado a ver a dónde me llevaba, por qué paradas pasaba o cuál es mi destino. Quizá, porque, a veces, teníamos que dejar que el futuro surgiese al azar, que fuera tan incierto que nunca nos imaginásemos qué pasaría en los próximos minutos o, incluso, segundos. Miro por la ventana y me pongo a pensar. Bueno, más bien, me quedo con algunos que otros recuerdos y no paro de reproducirlos en mi cabeza. Como si fueran una película y la banda sonora fuera la canción que estaba sonando en ese preciso instante en mis auriculares blancos. Seamos nuestros propios directores de cine, seamos los actores, los protagonistas, los escritores, los pintores. Dirijamos la película de nuestra vida, interpretemos el papel que siempre habíamos soñado, escribamos sobre un prese

Rincones.

Pero, ¡qué bonito es perderse por los rincones escondidos de alguna que otra capital! Esa maravillosa sensación de pasear por los parques, de tumbarse a la sombra a contemplar el día a día de los demás, de imaginar su historia, de pensar sus nombres, de agarrarme a alguna que otra farola y girar y girar mientras la Luna brilla allí arriba. Era casi de noche y las luces ya estaban encendidas. No me dio tiempo a calcular cuántas había en aquel paseo, aunque, sinceramente, tampoco tenía intención de hacerlo. No hacía mucho frío, unos vaqueros y un jersey. De repente, el aire se levanta con fuerza y comienza a revolotearme el pelo, a jugar con él, mareándolo de un lado para otro. Se va a enredar, y mucho, pero, en ese momento, me daba igual. Sonrío. Porque sí. ¿Por qué no? Tenía motivos suficientes como para disfrutar del momento y poder perderme en el recuerdo que ya estaba prácticamente creado. A diecinueve de septiembre, lunes.

Dieciocho.

Me encanta sentirme feliz, pensar en todos los motivos y razones por las que merece la pena sonreír, por las que hay que vivir hasta lo más profundo del tic-tac del reloj y no quedarnos a medias. Olvidarnos de todo aquello que no merece la pena, sentirnos llenos, ver que la vida es maravillosa. Bueno, quizá no siempre lo sea. Hay veces, ocasiones, en las que la suerte nos da la espalda, nos deja de lado y todas las luces se apagan de golpe, quedándonos a oscuras sin saber qué camino será el correcto. Sin embargo, no nos queda otra que seguir hacia delante, que continuar buscando el futuro que queremos, sin olvidar el presente que tanto merece la pena. El tiempo nos roba personas, la desilusión se lleva sueños que siempre habíamos tenido y la vida trae consigo momentos que nadie habría querido experimentar. Pero, ¿sabríamos apreciar los buenos recuerdos si no hubiera malos? Es la única pregunta que me sirve para cuestionarme por qué no siempre las flores crecen, por qué no siempre es p

Viento, lluvia, tormenta.

A veces, el viento susurra. Se acerca al oído y te hace creer que lleva en él una melodía que tienes que descifrar. Otras, arrastra consigo los besos que nunca llegaron a tener lugar, los abrazos congelados en el mar del tiempo o los recuerdos atrapados en fotografías. De vez en cuando y de cuando en vez, el viento nos trae de vuelta sensaciones que creíamos perdidas. Quizá a cada uno de nosotros nos produzca una diferente. Quizá. A mí, personalmente, me llena de libertad. Es inspirar ese aire puro, retenerlo todo el tiempo que pueda en mis pulmones hasta que, no aguanto más y lo dejo ir. Sentir cómo el viento va a su aire, pasea a sus anchas, sin reparar en todo aquello que está moviendo o revoloteando. Me sacude el pelo, me lo pone en la cara. Sin embargo, en ese instante, no me importa. La libertad sigue recorriendo mi cuerpo entero a medida que respiro. De repente, comienza a llover. Al principio solamente chispea, pero en cuestión de un escaso minuto, más bien de unos largo

Historias, libros y protagonistas.

Esa sensación de estar leyendo un libro, pasar cada página con ganas de más y, de repente, la última. El final llega con algún que otro giro inesperado que hace que la historia dé tantas vueltas que al final te mareas y tienes que volver a la penúltima y repetir la lectura. Igual con la vida pasa lo mismo. Toda vida tiene un principio, una historia y un final (refiriéndonos a la muerte). Pero, ¿esas líneas ya estaban escritas? ¿Era el destino el encargado de decidir de quién sería cada libro? Puede ser. En verdad, no tengo ni idea, supongo que el destino es cuestión de creer o no. Pero, lo que sí que sé, es que hay cosas que vienen solas, nos guste o no la historia, es la que es y, no nos queda otra que tirar hacia delante, que seguir leyendo con las mismas ganas que teníamos al principio. No todos los capítulos serán iguales y por supuesto que tampoco los personajes, unos se irán y vendrán otros nuevos, pero no por ello el protagonista se encierra en sí mismo y pone un punto y fina

Colores, lunas y soles.

¿Cómo una no va a sentirse pequeña ante la inmensidad de la Tierra? Digo Tierra por hablar únicamente de nuestro planeta, olvidando el resto de astros que completan nuestro sistema solar, ya sean estrellas, satélites u otros planetas como Saturno o Júpiter. El Sol teñía el cielo de un naranja que era imposible pasarlo por alto, se escondía, tímido, cansado, justo al fondo del océano, cuando mirabas al horizonte. El océano. La cantidad de vida que hay dentro de él, la cantidad de flora, de fauna, de cartas embotelladas de algún soñador que nunca supo cómo construir un mundo nuevo. Pero, dejando de lado las olas y su vaivén repitiéndose en un compás en el que la melodía de fondo la componía la Luna, ¿qué hacíamos que no mirábamos continuamente hacia todos los lados para no perdernos ni un solo detalle que la naturaleza nos ofrecía? El atardecer termina y llega la noche, el cielo opta por colorearse de colores más oscuros, azules casi negros. Las estrellas aparecen e iluminan cualqu

¿Y qué título era el apropiado?

¡Y qué bonito es el cielo nocturno! Tumbarse y mirar hacia arriba, ver cómo está prácticamente negro, a excepción de esos pequeños destellos de luz que llamábamos estrellas. O, de cómo ese satélite que movía las olas de los océanos a su antojo, intentaba quitarles protagonismo en las noches en las que estaba llena. No hay silencio completo, hay algún que otro grillo haciendo de sus sonidos de fondo. Aunque, a nosotros, parecía que nos daba miedo el silencio, como si al dejarnos a solas con nosotros mismos, quisiéramos evitar pensar. Evitar utilizar el cerebro, o el alma, o la parte que sea para ir más allá, para no quedarnos en la superficie de la vida, para sentirla hasta el fondo, bucear hasta lo más hondo de la piscina, tocar los azulejos y salir a la superficie. Sentir cómo, con el paso del tiempo, todo vuelve a su sitio, se coloca donde siempre ha debido estar. Cómo justo suena la canción que debía en el instante preciso, cómo de repente te das cuenta de a cuánta gente tienes al

Catorce.

A veces, los recuerdos nos llegan de golpe y porrazo, sin avisar se cuelan entre las rendijas del alma y se quedan ahí durante el rato que tú les dejes. Otras simplemente nos sumergimos en ellos, mirando aquellos álbumes repletos de fotografías de hace tantos años. Hay tantas maneras de evadirse, de llenarnos enteros de nostalgia, puede ser oliendo aquel jabón o quizá paseando por tu calle favorita de Madrid. Sin embargo, en algún momento u otro, antes o después, había que volver a la realidad, que sentaba como si nos echaran agua fría por la espalda, como estos días lluviosos en los que una simple gota se cuela por el interior de la camiseta y recorre toda la columna. Una única gota nos produce un escalofrío por todo el cuerpo y que la piel se nos ponga de gallina. Una gota. Solamente una. Quizá las cosas más pequeñas, los más mínimos detalles, tengan consecuencias más grandes de lo que realmente pensamos. Igual esto no se puede aplicar a todos los ámbitos, pero, ¿qué perdemos por

Siete.

Qué bonito es descubrir esa canción que te susurra al oído y te llega hasta el corazón, te lo acaricia suavemente y la letra corre por tu interior. Esa canción que sabes que es la canción. Sea por lo que sea. Quizá por el momento que te trae a la memoria o por quién se te viene a la cabeza o simplemente porque describe tus sentimientos como tú nunca podrías hacerlo. Hay tantas canciones en este mundo que merecen la pena y que quizá nunca escuchemos, tantas series, tantas películas que nos puedan cambiar la vida; y ya dejando de lado las cosas materiales, pasa lo mismo con las personas. Nunca entenderé cómo somos capaces de destrozarnos por dentro con tanta brutalidad cuando todos somos iguales, cómo dejamos que la rabia nos inunde, llegando hasta el rincón más profundo y cegándonos por completo. Quizá deberíamos dejar paso al optimismo, alegría, amor, paciencia, cariño, paz, pero, somos seres humanos y los fallos van implícitos con nosotros. Y, a pesar de eso, el perdón nos cuesta m

Miércoles.

¿De qué están hechos los recuerdos? No sabría muy bien cómo responder a esta pregunta, algunos dirían que están empapados de nostalgia. Sin embargo, otros preferirían decir que son una bonita manera de evadirnos del presente para pasar por el pasado de puntillas, casi sin tocarlo. Pero, aquí sigo, sin tener una respuesta que me sacien las ganas de saber, que calme la curiosidad. Dicen que la curiosidad mató al gato, aunque, ¿de verdad la vida merecería la pena sin conocer? ¿Sin visitar otros lugares? ¿Sin poder ir más allá? La vida es un camino, recorrido verso a verso en algún poema escrito por un desconocido, ir viviendo momentos y, por supuesto, sentir que la felicidad te da la mano siempre que tú quieras entrelazar los dedos. A trece de julio, miércoles.

Melodías, acordes y bailes.

¿Qué melodía elegirías para tu día a día? ¿Qué canción tocarías si fuera la banda sonora de tu propia película? Hay miles de notas, millones y millones de canciones y de compositores y, como es de suponer, los oyentes somos incapaces de decidirnos por una sola. Quizá estaría bien elegir una música clásica, quizá solamente un piano para los momentos tristes, para las despedidas igual era mejor un violín y para los reencuentros a saber qué. Cada momento que se vive suena de una manera única, de una manera especial convirtiéndolo en ese momento y no en otro cualquiera. La banda sonora de toda una vida no dura unos escasos segundos, se suceden muchísimas cuerdas rasgadas y teclas acariciadas hasta que se llegan a varios minutos y, quién sabe si no se puede alcanzar alguna que otra hora.  La melodía puede ser triste y cansada o alegre, pero, al fin y al cabo, tú eres quien baila a su ritmo, en quien están puestos todos los focos de aquel escenario tan grande en el que había miles d

Mares, océanos, cielos.

Un mar lleno de recuerdos, lleno de momentos en los que puedes sumergirte hasta el fondo y descubrir el tesoro que guarda cada uno de ellos. Nadar hasta lo más hondo y recordar la sensación que teníamos en ese momento. La imagen está aquí, sujeta con mi dedo pulgar y el índice pero no ha guardado la risa ni la alegría del momento, eso solamente me lo he quedado yo, para mí. Sin embargo, de vez en cuando y de cuando en vez, hablamos de ese día frío de febrero, de cómo la nieve nos llegaba hasta casi las rodillas y apenas podíamos movernos. Del muñeco, de cuando nos tumbábamos a mover los brazos y las piernas al mismo tiempo haciendo la silueta de un ángel. Navegar por los recuerdos, a veces se hacen olas tan grandes que destrozan el barco y hace que perdamos el rumbo. Otras tantas el barco se hunde de todo lo que pesa la tristeza y que nos impide salir a flote. Pero siempre había una manera de encontrar de nuevo el Norte a pesar de que solíamos viajar sin él, perdiéndonos y sin hacer

El tiempo no para.

Los recuerdos acaban de venirme de golpe y porrazo, sin llamar, sin siquiera avisar. De repente uno se da cuenta de todo lo que ha pasado y de todo lo que está pasar, de que se deja atrás una nueva etapa pero siempre poniendo el pie en una nueva. La prudencia nos recuerda que quizá pisemos en falso, que no sabemos el qué vendrá, el optimismo cree que pisamos sobre seguro y el corazón me grita que adelante. Una puerta se cierra mientras otra se va abriendo, poco a poco, hasta que te das cuenta de que ya estás entrando en otra habitación, completamente nueva, con otras manos a las que agarrarte, con otra gente con la que bailar y sonreír. Hay tantos motivos para disfrutar que yo no sé cómo lo hacemos que siempre cogemos los malos recuerdos, los malos momentos, olvidando todo lo bueno que vamos dejando por el camino. Son las 3:14 de la madrugada e igual es hora de dormir, pero ahora mismo solamente me apetece estar así, tumbada, imaginándome que el techo de mi habitación de color azul

Son las 00:00 rozando las 00:01.

Qué maravilla que el futuro sea incierto, que la vida dé tantas vueltas que nunca te esperas dónde vas a acabar. Porque, siendo sinceros, ¿qué gracia tendría saber qué va a ocurrir a cada instante, a cada momento? Saber que a las 15:37 del día 21 vamos a reír a carcajada suelta mientras que el día 8 estaremos con el mal humor recorriéndonos enteros. Qué más da el futuro, deja que siga siendo tan dudoso y borroso como él quiera, que sea libre, no le fuerces, que pase lo que tenga que pasar pero siempre siendo feliz. Eso es lo más importante, que pasen los días y seas capaz de sonreír sin más, porque sí. Porque es día 9 ya y el día anterior se ha quedado atrás, dormido, descansando y recopilando todos aquellos momentos que a veces olvidamos. De vez en cuando miramos hacia atrás y vemos todo el camino que hemos logrado avanzar, nos miramos las rodillas y hay alguna que otra herida pero que eso nunca nos impida avanzar. De vez en cuando y de cuando en vez, nos fijamos en todo lo que nos

Cuenta atrás.

Date el lujo de ser feliz, de vivir con ganas, de llenarte los pulmones de aire limpio y no contaminado por las mentiras que todos los días escuchamos, de sentir el cuerpo en paz con el alma, de quererte a ti mismo, de disfrutar el momento. La vida no es un paseo, es un camino a veces cuesta arriba en el que ves personas que te dan la mano y te ayudan a subir y otras tantas que te empujan para ver si te caes. Pero, al fin y al cabo, tú eres quien a las tres de la mañana está en la cama soñando con cambiar el mundo, con poder cumplir todos esos "ojalá". Igual deberíamos abrir los ojos, darnos cuenta de lo que está pasando, de las injusticias, de las desigualdades que están resquebrajando nuestro mundo y que acabarán por hacerlo con nosotros. En algún momento acabaremos tan rotos que seremos incapaces de reconstruirnos de nuevo. Aunque, quizá estemos a tiempo. Sin embargo, este texto aparecerá en alguna que otra pantalla y a los minutos, pasará. Sin más. Como cualquier otro

Se ganan ganas de vivir.

La esperanza que unos ojos pueden llegar a reflejar es maravillosa, la capacidad de superación, la actitud tomada cuando parece que uno mismo va en contra del viento. Cuando parece que nada funciona, es muy fácil tirar la toalla, rendirse y darse por vencido. Solamente los valientes luchan, solamente aquellos que hacen frente a las adversidades que nos pone la vida, a todos esos obstáculos que algunos son capaces de saltar. Esa esperanza, ese brillo en los ojos y esa sonrisa tan brillante que nunca se pierden. Qué triste que sea verdad eso de que solamente apreciamos las cosas cuando se nos escapan de las manos. Queremos retenerlas, dejarlas con nosotros, pero a veces, se van sin más. Sin siquiera avisar. Como algún que otro diría que se van a la francesa. Yo no quiero que se vayan y que si lo hacen, lo hayamos aprovechado al máximo, hayamos vivido cada uno de los segundos que el día nos ofrece, porque nunca es suficiente. Que una risa nunca acabe, que una mirada nunca se apague, q

86400 segundos.

Un día consiste en 86.400 segundos, de los cuales nos quedamos con seis. Incluso hay algunos que se olvidan por completo del paso del tiempo y prefieren guardarse una foto, una risa, una mirada, una carcajada limpia y sana. Un segundo y de repente, otro. Ya van dos. Sin que te des cuenta han pasado cinco. Y no sé si quiero saber todos los que llevo ya escribiendo esto. Quizá segundo por letra o quién sabe, igual menos. El tiempo es un regalo sin abrir, es la historia que tú quieras contar, dándole los matices que prefieras o teniendo esos detalles en cuenta que no pueden olvidarse. ¿Y qué pasa si un día nos quedamos sin ningún recuerdo? ¿Qué pasa si un día toda esa realidad desaparece? Nos quedarán los sueños, nos quedarán las imágenes y por algún recoveco nuestro, florecerán los recuerdos. Esos recuerdos que a veces queremos borrar, esas lágrimas que se podrían ir y no volver, pero aquí están. Con nosotros. Quizá me equivoco de proposición y no es tanto con, si no en. Están en nos

El pensamiento vuela tan alto como tú le dejes.

Me encanta bailar al ritmo de la música o quién sabe, a lo mejor no, quizá era mejor bailar a lo loco, con la cabeza por las nubes llena de optimismo e ilusiones. Sí, la locura llegaba hasta lo más hondo de nosotros y se negaba a salir de ahí. Las notas se ponían en verde según los instantes iban pasando, según la aguja de los relojes iba avanzando y poniendo la cuenta atrás para acabar la canción. Aunque, sinceramente, la música era lo de menos cuando lo único que te importaba en ese momento era disfrutar, sentir la vida al límite como si no hubiera mañana, construir nuevos momentos que pasarán a ser futuros recuerdos que te envolverán en el día de mañana. También importaba mucho el cuándo y el dónde, si en una noche estrellada a las doce de la noche concretamente o sintiendo los rayos de Sol calentándote suavemente la piel. La música era la que era, no se podía cambiar de canción, únicamente tenías la opción de bailar a su son, o quedarte quieto mirando cómo disfruta el resto. A

Carcajadas en cajas.

Encerraría todas las melodías de las risas en una caja para escucharlas en los momentos más bajos, en los que parece que el tiempo pasa tan lento que las manecillas no se mueven, que el viento no sopla, que el Sol no brilla, que la Luna está escondida detrás de las nubes, que las estrellas están cansadas, que la calle está vacía y la cama fría. Las dejaría sonar cuando quisieran, el orden me daría igual porque al fin y al cabo es la calma que me transmiten lo que llega hasta a mí y se queda circulando de arriba para abajo o en cualquier otro sentido. Quizá las ganas de arreglar el mundo pueden con todo aunque por encima está la esperanza que nunca puede decaer, que siempre debe mantenerse arriba, flotando como las nubes por encima de nosotros. Que suenen tan alto que todo el mundo se entere, que dejen volar los sueños como el humo de algún tren, como algún avión que acaba de despegar y sube a velocidades impresionantes. Deja que se queden por ahí arriba, viendo que suben a la vez que

Agujas y tiempos.

El tiempo vuela tan rápido que casi lo perdemos de vista, como si le encantara jugar al escondite y que nunca le encontraran. Igual también al pilla pilla y corría tanto para que no fueras capaz de atrapar las manecillas del reloj y parar el tiempo, detenerlo como si se pudiera. Pero, ¿acaso no existían esos instantes en los que el tiempo se detenía? Esos momentos en los que el tiempo ni corre ni vuela, el movimiento de las agujas se hace hasta pesado y no ves la hora de que se acabe. Como si fuera infinito, como si nos pudiéramos sentir así, gritando a toda velocidad en algún coche mientras pasamos por debajo de algún túnel en el que todo sonido retumba y vuelve corriendo a nuestros tímpanos. Igual eran las cinco y media y mirando a la Luna, se te ocurrían miles de historias sobre las que escribir. A lo mejor en el tren mientras el Sol se despedía de todos un día más. Que el tiempo nos lleve con él, que no te arrastre, que disfrutes de cada instante, que no lo pierdas, que él ya se

Intrahistoria y pequeños recuerdos.

Estoy sentada y poco a poco siento como la atracción se balancea en el aire. Decido quitarme las zapatillas aunque el nudo de los cordones está bien fuerte. Quiero sentir ese cosquilleo del viento en la planta del pie. Unos segundos más tarde, ya estamos desafiando a la gravedad como unos locos, estamos girando en el aire, subiendo y después bajando, como si nada nos retuviera en el suelo, como si en ese momento fuéramos capaces de absolutamente todo. Quería subir cada vez más alto, hasta el punto en el que casi damos la vuelta, sentía cada pálpito en la garganta a la vez que me reía y gritaba a más no poder. Sentía cómo ese cosquilleo me bailaba en el estómago, no quería que parara, quería subir todavía más. Esa sensación en la que te sientes libre, como si no necesitaras alas para volar, como si los pulmones no fueran necesarios para respirar, como si pudieras chillar sin nunca quedarte afónico, como si el mundo entero te escuchase solo por un momento. Sé que hay gente dispuesta a

A día quince.

Qué manía con definirnos en tres palabras o aunque sea en cuatro. ¿Por qué nos quedamos con tan poco? Dejemos que infinitud de palabras nos llenen, que nos vacíen a su antojo. Pero no, siempre habíamos preferido reducir todo. Resumir la tarde en unas simples fotos o algún que otro vídeo cuando olvidamos todos los paseos que habíamos dado, las carcajadas que habían estallado en tantos momentos porque no podían más. Con lo bonito que es dejarse sorprender por todo, por esos detalles que no todos ven, por ver una sonrisa de alguien que pasea en el tren, por ver que ha florecido alguna que otra planta, por ver al Sol brillar más que nunca, por ser feliz. Deberíamos dejar llevarnos por el momento, olvidar atrapar el tiempo y hacerlo nuestro cada vez que queramos, correr y volar con él olvidándonos de todo lo que nos ata y sentirnos más libres que nunca, como si no hubiera gravedad y tampoco necesitáramos alas, la imaginación y el optimismo se daban la mano, entrelazaban sus dedos y te ll

Flores.

Que se te llenen los ojos de verde, de todas las tonalidades posibles, da igual que claros o que oscuros. Que entren y se queden. Conmigo. No quiero que se vayan. El cielo estaba claro como el agua cristalina en la que el Sol se reflejaba y el mar estaba en calma. El suave vaivén de las olas, ese sonido que todos los días regalaba sin siquiera pedir nada a cambio. Me encanta andar descalza por el césped o por la arena de la playa, sentarme al borde de la piscina y meter los pies. El mes que viene es junio, con todo lo que ello implica. Aunque, de momento, estamos en mayo, y en plena primavera y, ya sabes eso que dicen, que por mucho que corten las flores, jamás detendrán la primavera. Pero, por favor te pido, que tú las dejes crecer, déjalas florecer, que sean libres. Otro del dos de mayo.

Canción.

La vida es una canción. Cada uno le da la melodía y el compás que le apetece, a veces un tres por cuatro y otras un cuatro por cuatro. Que suene como tenga que hacerlo, a veces blancas y con calma y otras semicorcheas y viviendo tan rápido que no nos da tiempo. Y, sí que he de admitir que a todos nos gusta cambiar de canción de vez en cuando, escuchar diez segundos y después pasarla o dejarla cuarenta. Pero, al fin y al cabo, la canción es de cada uno. Venga, vamos, que está sonando. A dos de mayo.

Luces.

Una conversación cualquiera en uno de los autobuses de la ciudad. Las luces iluminaban la calle, y si te quedabas mirando fijamente a algo (y a la vez a nada), las veías borrosas, miles de puntos luminosos a lo largo del paseo. Decidí bajarme en esa parada, aunque no era la mía. No sabía muy bien qué hora era, solamente quería pasear a mi aire, mirando a todos los que pasaban por mi lado en ese instante. Personas que posiblemente jamás volvería a ver en mi vida. Las farolas brillaban con tanta fuerza que prácticamente me impedían ver las estrellas. Igual hoy estaban más tímidas y no querían salir. Aun así, me tumbé en un banco y miré hacia arriba. Las constelaciones no estaban enteras, aunque, qué más daba eso, ya estaba yo para imaginármelas. Quizá eso debamos hacer todos, no tener que ver a alguien para saber que está ahí, que solo nos baste con un 'hola' para que todo sea como siempre. En ese instante concreto aposté, no sé con quién, quizá conmigo misma, me propuse que

Veintisiete.

La sensación de tener todo el cuerpo cubierto de adrenalina, de sentir el corazón bombeando con fuerza, sentirlo casi en la garganta, a punto de salirse por la boca. En resumidas cuentas: la sensación de sentirse viva. Creo que hay pocos sentimientos que igualen a ese, el de ver cómo todo fluye por sí solo, una carcajada limpia y sincera por algún rincón que llega a mi tímpano ahora mismo, una mirada eterna en la que cualquiera se pierde, un abrazo que divide el peso sobre cuatro hombros. Una flor. Una nueva rosa ha crecido en el jardín, la primavera ha llegado hace más de un mes, pero es solo ahora cuando su blanco es el más puro y elegante. Solo ahora. Y yo, fíjate, me estaba dando cuenta mientras otros tantos, pasaban de largo e, incluso la pisaban, haciéndola daño. Deberíamos fijarnos más en todo, en las paredes que nos rodean, en el suelo que pisamos, en el Sol que nos ilumina, en las estrellas que brillan, en los bonitos y pequeños detalles que a veces se nos escurren de las

Sé y no sé.

No sé si me gusta más ver o escuchar la lluvia. Lo que sí tengo claro es que de vez en cuando me encanta sentirla en mi piel, gota a gota, llenándome el cuerpo entero, cayendo sin freno, sin miedo a estrellarse. También sé de sobra que ponerme las botas y el chubasquero para pisar los charcos era lo mejor que se podía hacer. Unos con la pierna izquierda, otros con la derecha y los últimos de la calle con ambos pies. Como si fuera ese juego en el que pintábamos en el suelo del uno al diez. Cierro los ojos, cuento cien y te voy a buscar. Te has escondido por algún lado, quizá entre los árboles o a lo mejor inlcuso en algún lado en el que no puedo verte. Aunque, sinceramente, nada como antes de buscar a los demás, encontrarse a uno mismo y ya saber de sobra el camino. Aunque, para qué mentir, siempre me había gustado el ir por zonas por las que se suponía que no se podía, por correr de vez en cuando hasta sentir los latidos del corazón en la garganta, gritar para que me escuchara algui

Girar y girar.

Tengo los sueños muy altos y no quieren bajar. Se quedan por ahí, flotando, como nubes blancas en un cielo azulado. Cada vez suben más y decidí hacerlo con ellos, subir hasta un punto. Un límite. Qué digo, si no había. Continuemos subiendo. Subí tanto que ni me acuerdo, que perdí la noción del tiempo, que se me fue, que mi reloj no marcaba hora, que se había olvidado de mover las agujas para seguir sonando con su tictac. Estaban como caídas al fondo del reloj, apelotonadas las unas sobre las otras, cansadas de girar y girar, de dar vueltas sin parar. Al final acaban mareadas. Ese instante, en el que el tiempo se había detenido, ahí es cuando uno se sentía infinito. A ya veintitrés de abril.

Quiero.

Quiero volar lo más alto que mi imaginación me deje, sumergirme hasta las profundidades más oscuras, pisar todos los países, vagar por la noche por la playa, sintiendo la arena colándose entre los huecos de los dedos de los pies. También quiero respirar hondo, notar cómo el aire llena mis pulmones hasta que éstos se agrandan, tanto, que no pueden más, sentir cada latido y bailar a su ritmo sin importar quién está mirando, reírme a carcajada suelta sin importarme quién está escuchando. Quiero sentirme libre, en paz con el mundo y conmigo misma, armonía, encontrar ese punto en el que en el mundo y yo conectábamos con los mismos hilos. A ya veintiuno de abril, jueves.

Lo que siempre está con nosotros.

Dale alas a tu libertad y déjala vía libre, que vuele por donde quiera, que suba, que baje, que roce con la punta del dedo el agua cristalina del mar o quizá prefiera subir tan alto que atraviese de vez en cuando y de cuando en vez todas esas nubes blancas, tan pomposas que parecían puro algodón de azúcar, que ría hasta ahogarse y no poder respirar, que llore hasta no poder más, que se llene de ilusión por dentro hasta que esté hasta arriba, que se entregue a los demás aunque siempre siendo de sí misma. Siente a tu libertad cerca, como si la tuvieras a tu lado, dándote la mano, agarrándote tan fuerte que jamás te iba a soltar. Nunca te soltaría porque eso es algo que nadie te puede quitar. Aunque, pensándolo mejor, tú eras esa libertad a la que debías dejar vía libre, igual que ella surca los cielos y los mares, hazlo tú también, sintiéndote tú, entera y llena, no dejando que se la lleven, al fin y al cabo, es lo único que tenemos. A catorce de abril, jueves.

La cantidad de:

Me parece increíble que no nos maravillemos con la cantidad de: personas, música, películas, poemas, cuadros, esculturas, rimas sueltas, calles, barrios, papeles, árboles, ríos, montañas, valles, bolígrafos, estuches, mochilas, móviles. Con la cantidad de cosas, y ya no físicas, con la inmensidad de sentimientos que nos recorren enteros, por dentro, del pelo más corto hasta el dedo gordo de ambos pies. Sentimos toda clase de sentimientos: desde optimismo a pesimismo pasando por todas las variedades de intermedios que había. La cantidad de colores, de mañanas, de mediodías, de tardes, de sábados, de domingos en los que solamente apetecía ver una película acurrucada en el sofá, de madrugones, de salidas hasta las tantas, de amaneceres, de atardeceres, de meses, de años. La cantidad de palabras, de verdades, de mentiras, de sonrisas, de carcajadas, de lágrimas, de pesadillas, de sueños. Cada uno de nosotros encierra incontables números de cada una de ellas. Me sorprende que no nos im

No sé muy bien qué título poner.

Es increíble cómo la ilusión nos ciega, una banda que no nos deja ver nada y teníamos que orientarnos sin vista. Nos dejábamos llevar por los impulsos, por lo primero que se nos pasaba por la cabeza, por la alegría de un momento, por esa subida de adrenalina en ese instante, por esa carcajada que nunca queríamos que acabara, por ese segundo (por un tiempo) infinito. Así nos sentíamos. Infinitos, llenos, a rebosar, tanto, que soltábamos optimismo a cada puerta que abríamos. No me digas que no es maravilloso sentirte capaz de cualquier cosa, creer en ti mismo, vivir la vida. Quizá nuestro problema era darle tantas vueltas a las cosas. Al final nos mareamos, por idiotas. Vive sin preguntarte el sentido de todo, simplemente, dáselo tú. Baila aunque te mire cualquiera, sonríe hasta que los hoyuelos te duelan, sé tu mismo y dalo todo. Al fin y al cabo, era bonito compartir con los tuyos esa alegría que te llenaba por dentro. A siete de abril, jueves.

Ningún rastro de algún avión.

Me encanta mirar la lluvia, cómo cae en los cristales y en cualquier parte, sin importarle a quién le empape. Me encanta ir en el tren o en el coche, escuchando una melodía al piano (quizá We Had Today) y ver cómo las gotas golpean suavemente y cómo también se unen unas con las otras. Apoyo la cara en mi mano y me quedo fijamente mirando. A saber cuántas gotas están cayendo ahora mismo. Pero, lo mejor de la lluvia, es que sabíamos que en un tiempo las nubes grises y oscuras se difuminarían tanto que acabarían dando lugar a ese cielo azul que tanto me gustaba. Ese cielo sin una nube, ni siquiera blanca, ni siquiera un rastro de algún avión que viajaba a Nueva York. Ese punto en el que el cielo parecía que se juntaba con el mar, ese punto en el que ambas partes se tocaban, tímidas, sigilosas, con miedo. Ese punto. A siete de abril, jueves.

De las pequeñas y cortas. A veces explosivas.

No hacían falta alas para volar, si tenías la imaginación lo suficientemente bonita no necesitabas nada más. A seis de abril, miércoles.

Como si estuviera volando.

Sonríele a la vida e incluso, los más valientes, guiñarle un ojo. Que vea que la estáis disfrutando al máximo a pesar de todos los tropezones, de todas las caídas, de todos los golpes, a pesar de todas esas complicaciones que estaban en nuestro día a día. Aunque, realmente eran pequeñas. Me gusta esa gente que da un paso más y se atreve a todas esas cosas que a otros tanto miedo les daba. No sé, por ejemplo: esforzarte hasta que consigues algo, y si ves que se te escapa entre las manos, volver a intentarlo. Al fin y al cabo, una película nunca se hacía del tirón si no que había muchísimas tomas falsas, ¿o acaso miento? Aprender que la vida es una montaña rusa que, a veces, solamente baja. Sientes ese cosquilleo, quizá adrenalina, aunque solo al principio, pero decidí que durara. A pesar de todo, caer también tenía sus partes buenas, te hacía darte cuenta de quién estaba ahí para darte la mano y chillar contigo porque no tenía otra manera de expresar ese cosquilleo que iba de la cabez

Alma, pero también cuerpo.

Unos dicen que somos solamente alma, otros, alma y cuerpo. Dicen que el cuerpo no vale para nada, que es material, que está para albergar el alma, ya está, sin más. Pero, ¿qué sería de nosotros si únicamente fuéramos alma? Solamente tendríamos recuerdos, pero, ¿cuáles? Todos ellos derivan de algún contacto, de un abrazo, de un roce, de dos besos, de un apretón de manos. A lo mejor solamente seríamos sentimientos sin cuerpo, pero, ¿cómo expresarlos? Cómo expresar tu felicidad si no tienes sonrisa con lo que hacerlo, cómo expresar tu enfado si no tienes ningún ceño que fruncir, cómo disfrutar del paisaje si no tienes ojos con los que mirar. Nos perderíamos tantas cosas como una carcajada que estalla de la nada, como una sonrisa que aparece de repente, como una mirada de alguien que niega apartarse, como un último abrazo que significaba adiós. Está claro que no seríamos nada sin el alma, y desde luego que tampoco sin el cuerpo. Vivían en completa armonía, dados de la mano aunque yend

Sueños y recuerdos.

¿Dónde se encuentran los pensamientos? ¿Los sueños? ¿Los miedos? ¿Los sentimientos? ¿Los recuerdos? Igual os parecen preguntas estúpidas, pero, realmente, ¿dónde están? No los ves. No los oyes. Realmente, ni siquiera los percibes. Están ahí. Siempre. No tengo ni idea de dónde pueden quedarse, aquella vaga imagen de niña, o esa sonrisa que tantos temblores te provoca, o esas ganas de taparte con el edredón desde las puntas de los pies hasta la cabeza entera después de una película de miedo. Los sueños me parecen cosas increíbles. Les llamo cosas pero realmente no sé cómo hacerlo. Cierras los ojos y de repente, muchísimas imágenes se reproducen en tu mente como si las estuvieras viviendo de verdad pero al despertar con el sonido de la alarma y ver la realidad, te das cuenta que nada de eso ha pasado, que todo era mentira. Aunque, a veces, hay sueños que sirven como recuerdos para tener más vivo a alguien, para sentirlo más cerca. No sé cómo somos capaces de, además de soñar, que incl

Sí que éramos capaces de lograrlo, de eso estaba segura.

La vida nos trata como le da la gana, igual nos pone una piedra en el camino más grande que nosotros mismos o igual es un paseo por la arena de alguna playa en la que escuchas de fondo el vaivén de las olas. Las circunstancias importaban mucho, claro, pero, ¿y la perspectiva qué? ¿Qué sería de nosotros sin ella? Poco. Somos así, a veces negativos y por suerte muchas otros positivos, casi tanto, que acabamos siendo hasta un poco irreales. Ellos nos llamaban estúpidos aunque yo prefería optimistas. Simplemente ver la vida de una manera que me permitiera luchar por mí, por ti, por cada uno de todos nosotros, que me permitiera ser libre, conseguir mis objetivos en la vida pero sobre todo, y por encima de cualquier cosa, lograr un mundo lleno de felicidad. Parece que preferíamos el camino del odio, pero yo estaba segura que solamente era cuestión de cambiar el rumbo y olvidarnos un poco del sentido que nos daba la brújula, dejar el mapa en el sitio trasero y empezar a elegir por nosotros

30 de marzo.

El tiempo no corre, si no vuela. Éramos tan ilusos que creíamos que en algún momento podrías pararlo hasta el punto de hacerlo infinito. Aunque, igual sí que lo conseguimos. Realmente las fotografías eran como una tomadura de pelo, era poder captar un instante, a alguien, quizá a alguien que ya no está, un paisaje, una carcajada en su mejor momento. A pesar de eso, queríamos atraparlo siempre y, estaba claro, que las fotografías ya no nos eran suficiente para lograrlo. Sin embargo, la sensación de estar viviendo un momento que no quieres que acabe porque llega otro nuevo, no era del todo correcta. De hecho, deberíamos sentirnos infinitos, como aquel que dice. Esa sensación de estar escuchando tu canción favorita que dura 3:33, quizá bailando en frente del espejo y sonriendo como si te diera igual lo que pasa alrededor por un momento, quizá gritando a pleno pulmón en un coche llendo a 100km/h y sintiéndote que el mundo es tuyo por unos instantes. Porque, al fin y al cabo, cada uno tie

Cada uno es de sí mismo.

Tú no eres mío, ni yo soy tuya. Yo soy mía y de nadie más. No sé en qué momento empezamos a atribuirnos personas, como si acaso fueran nuestras. ¿Desde cuándo alguien se define por su trabajo o por la carrera que está estudiando? Sinceramente, nos quedamos en la superficie, como si cada uno de nosotros fuéramos un océano entero y nos diera miedo sumergirnos hasta el fondo. Aunque, realmente, era ahí donde se escondían los mejores tesoros. Rodéate de quien sea capaz de aguantar tanto el aire como para conocerte hasta lo más profundo de ti, de quien no se conforme con quedarse arriba del todo. Sin embargo, había gente que era un pequeño riachuelo y otros que dentro de sí encerraban un mundo entero, un planeta con todo lo que eso llevaba, con su cielo lleno de estrellas que se reflejaban de vez en cuando en el brillo de los ojos. Hay que saber apreciar los matices, saber diferenciar entre ese pequeño río que apenas llenaba todo el océano que tú eras por dentro. Cada uno tiene que sab

Apostar por todos nosotros.

Escribo mucho ahora mismo y no me gusta nada. Quiero hablar de tantas cosas que no sé por cuál de todas empezar. Quizá por mi indignación en cuanto al mundo entero, por eso de decir de que quieres cambiarlo y que te digan que es imposible. Pero, lo que tengo muy claro es que solamente es imposible aquello que no intentas. A veces pierdo fe en nosotros, otras veces la recupero. Tan pronto como la vuelvo a tener, se me va otra vez. Un vaivén continuo. Necesito estar segura de que si me dejo la piel tendrá resultados, de que al fin y al cabo, ninguno es tan malo, el mundo que habíamos creado no podía ser así de cruel. De verdad que no tanto. Aunque, sinceramente, no había más que ver las noticias y darte cuenta de las atrocidades que se cometen diariamente. Una de ellas podría ser que cada veinte segundos muere un niño de inanición. No afirmo con certeza, pero eso he escuchado y ya el hecho de oírlo me parece una barbaridad. ¿Cuándo hemos dejado que todo esto pasase? ¿Cuándo hemos de

Una obra de teatro.

Más de una vez he escuchado eso de que la vida es una obra de teatro a gran escala. Realmente, se podría entender como si el guión que estuviera escrito fuera el destino, aunque, estaba claro que cuando uno entraba en escena, podía saltárselo si quería. Más de una vez era necesario hacerlo, había que improvisar, no tenerlo todo clavado, dar lugar a la imaginación en vez de a tanta organización. Tú eras el propio protagonista de la historia, solo de ti dependía la obra, solamente de ti. Podías seguir hablando cuando acababa tu diálogo a pesar de que el director te hubiera pedido expresamente que lo hicieras todo tal y como el guión exigía. Pero, al fin y al cabo, a ti nunca te había gustado seguir lo que dice un papel. La obra iba a comenzar y los nervios te estaban desgarrando por dentro. Segundos después, se abre el telón. Era tu turno. Sales y, con el cuerpo entero temblando, empieza la obra. No sé si sería un monólogo, una comedia o una obra dramática pero esa elección ya la de

Sé lo que es.

Sé lo que es saborear la libertad, sé lo que es reírse hasta que no puedes respirar, sé lo que es llorar hasta que no te quedan más lágrimas, sé lo que es disfrutar de cada segundo como si no me quedaran más, sé lo que es dar un último abrazo, sé lo que es decir un adiós definitivo, sé lo que es bailar sin que te importe quién te mira, sé lo que es mirar a los ojos y perderse en esa mirada, sé lo que es correr hasta que no puedes más, sé lo que es gritar cuando la atracción en la que estés subida gira y pega un cambio brusco, sé lo que es sentir el corazón en la garganta de la adrenalina que me recorre entera, sé lo que es esforzarse y conseguir resultados, sé lo que es dejarse la piel y no llegar a lo que se quiere, sé lo que es suspirar echando de menos a quien ya no esté, sé lo que es la culpabilidad, sé lo que es el remordimiento, sé lo que se siente al darse completamente a los demás aunque siempre dejando un rato del día para uno mismo, sé lo que es sonreír hasta que te duelen lo

Del siete de diciembre de 2015.

Hoy parece que la luz ha salido, que los recuerdos han brillado, que todos hemos sonreído. Hoy parecen tantas cosas, quizá luego no sean todas, aunque quién sabe, y que por saber, ¿alguien de verdad lo hace? Siempre nos da miedo pararlo todo por un momento. Respirar hondo. Escuchar el tictac del reloj sin sentir un nudo en el estómago. Es este momento, sin más. Aunque, pensándolo bien, ya es otro distinto. Pasan tan rápido que ni nos enteramos. Cuando te quieres dar cuenta, un año, de repente dos y ya casi te pones en cinco. Todo vuela como para encima estar pensando en cosas estúpidas. Debemos disfrutar de lo que hacemos y aprovechar cada segundo, no porque quizá sea el último, si no por el hecho de que el tiempo es tuyo, tu vida y qué mejor manera de pasarla que disfrutando. Claro que hay momentos en los que lo único que quieres es abrir un paréntesis y colarte en él hasta que el mar vuelva a estar en calma, hasta que la tormenta haya pasado. Nos daba miedo abrir la ventana y sen

Sin más.

Una especie de sensación que me hacía querer saltar, reír, bailar, volar y una larga lista de verbos que implicaran movimiento y buenas vibraciones. Me encantaba escuchar las risas de la gente, ver cómo en unos segundos en el mundo no había nada más que esa carcajada que había explotado así, de la nada. A veces era un niño y otras un adolescente. Incluso un adulto de vez en cuando. Quizá la risa se nos iba con el paso de los años. Pero, no tiene que ser así. Quizá se nos fue la inocencia que había estado con nosotros en la infancia. Sí, creo que era realmente inocencia lo que a veces nos hacía más felices. Creer que el mundo iba bien y que el único problema era que se había gastado la pintura verde y ya no tenía color para pintar la hierba. Somos tan inocentes que nos creíamos que el cielo era siempre azul, no había más que mirar los dibujos. Para nosotros no existían los días lluviosos, solamente de vez en cuando nos gustaba el frío, cuando nevaba sin parar y conseguíamos hacer al

Al fin y al cabo, solo somos nosotros mismos.

Antes me ha recorrido un sentimiento de nostalgia desde la cabeza hasta los dedos de los pies. Veo fotos de pequeña, 4, 7, 10 años y se me viene el mundo encima. Incluso fotos con 13. El tiempo pasa tan rápido que cuando nos queremos dar cuenta han volado un par de meses. Queda poco para acabar una etapa y empezar otra. Tengo un poco de miedo, de dejar tantas cosas atrás, de tantas personas, y a la vez, estoy muerta de ganas por empezar pisando fuerte, de empezar con una sonrisa y mantenerla siempre. Eso era lo más importante, tomarse las cosas con humor y siempre mantener las cosas en su sitio, donde deben estar sin dejar que se revuelvan y se apoderen de nosotros. Éramos más fuertes que todo eso. A domingo (aunque ya lunes), 13/14 de marzo.

Las pequeñas cosas.

A veces no me sale escribir nada. Lo intento, rozo con mis dedos las distintas letras de la pantalla, pero no consigo que salga algo. Todo está estancado, hasta que revienta y de golpe y porrazo la entrada se escribe sola. La pluma iba cogiendo carrerilla y de tantas ideas agolpadas no daba tiempo a escribir todas. De vez en cuando me apetece saltar tan alto que mis piernas no puedan más, reír hasta sentir que me quedo sin aire, hasta que me duelan los hoyuelos de esa carcajada tan grande. No había nada más bonito que escuchar una risa sincera, una sonrisa escondida detrás de un mechón de pelo o una mirada tímida. Quizá estábamos demasiado a nuestro aire como para fijarnos en lo que brilla la luna todas las noches y en cómo las estrellas siempre la acompañan, en lo que podemos conseguir pero no queremos ver, en todas esas pequeñas cosas que solamente de vez en cuando prestábamos atención. Creo que ir en tren me encanta. Me gusta ir escuchando mi música, ver el paisaje (pongamos qu

Dos tipos.

A veces la vida no es nada fácil. A veces es una cuesta hacia arriba, la ladera de una montaña que está prácticamente en vertical. A veces llegas a la cumbre. Aunque, realmente, a lo que parecía la cumbre. Al otro lado ves otra montaña todavía más alta. Había dos tipos de personas: unas se conformarían y otras decidirían ir a por todas. ¿De verdad serás como el primer tipo? A tres de marzo, jueves.

Otra de sábado.

Como que quieres apartar las ilusiones, pero las dejas ahí, de lado, bien guardadas y de repente estallan. Estallan tan fuerte como una carcajada, así, espontánea, de repente. Alta. Más de lo que creías, pero en ese momento, no aguantas y te sigues riendo, todo el mundo se gira pero a ti te da igual, porque en ese momento, la vida parece un poquito mejor. Otra vez, a sábado 20 de febrero.

Sábados.

Tengo tantas ganas de volar alto, de surcar los cielos como un pájaro, de ver las nubes de cerca para ver si son como todo niño imagina, de dulce algodón blanco. Sobrevolar ciudades enteras y de vez en cuando, parar. Quedarme mirando a toda la gente que pasa, cada uno con su vida, con sus pensamientos, con sus miedos, con ellos mismos. Me encantaba soñar y apostar por todos nosotros, ya no solo por mí, ni tampoco por ti, si no por todos. Soñar y creerme que cambiar el mundo era posible, verme capaz de aportar un granito de arena en este mundo que poco a poco va decayendo. Sé que podemos lograrlo, sé que somos mejores de lo que pensamos, sé que todos necesitamos conseguirlo. Nunca paro de soñar y me gustaría no dejar de hacerlo, seguir luchando por mis valores, defenderlos, sentirme orgullosa de ellos y jamás dejando que me los pisoteen. Que sin ellos no soy nada, que yo soy lo que soy, que el mundo puede verme así, ahora mismo si hace falta, no me importa. Qué bonito era que uno se