Del siete de diciembre de 2015.

Hoy parece que la luz ha salido, que los recuerdos han brillado, que todos hemos sonreído.
Hoy parecen tantas cosas, quizá luego no sean todas, aunque quién sabe, y que por saber, ¿alguien de verdad lo hace?
Siempre nos da miedo pararlo todo por un momento. Respirar hondo. Escuchar el tictac del reloj sin sentir un nudo en el estómago. Es este momento, sin más. Aunque, pensándolo bien, ya es otro distinto. Pasan tan rápido que ni nos enteramos. Cuando te quieres dar cuenta, un año, de repente dos y ya casi te pones en cinco.
Todo vuela como para encima estar pensando en cosas estúpidas. Debemos disfrutar de lo que hacemos y aprovechar cada segundo, no porque quizá sea el último, si no por el hecho de que el tiempo es tuyo, tu vida y qué mejor manera de pasarla que disfrutando.
Claro que hay momentos en los que lo único que quieres es abrir un paréntesis y colarte en él hasta que el mar vuelva a estar en calma, hasta que la tormenta haya pasado. Nos daba miedo abrir la ventana y sentir el frío viento soplándonos en la cara.
Sin embargo, de vez en cuando, hay que ponerse las botas y el chubasquero, bajar las escaleras corriendo y bailar bajo la lluvia.

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