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Mostrando entradas de agosto, 2016

Viento, lluvia, tormenta.

A veces, el viento susurra. Se acerca al oído y te hace creer que lleva en él una melodía que tienes que descifrar. Otras, arrastra consigo los besos que nunca llegaron a tener lugar, los abrazos congelados en el mar del tiempo o los recuerdos atrapados en fotografías. De vez en cuando y de cuando en vez, el viento nos trae de vuelta sensaciones que creíamos perdidas. Quizá a cada uno de nosotros nos produzca una diferente. Quizá. A mí, personalmente, me llena de libertad. Es inspirar ese aire puro, retenerlo todo el tiempo que pueda en mis pulmones hasta que, no aguanto más y lo dejo ir. Sentir cómo el viento va a su aire, pasea a sus anchas, sin reparar en todo aquello que está moviendo o revoloteando. Me sacude el pelo, me lo pone en la cara. Sin embargo, en ese instante, no me importa. La libertad sigue recorriendo mi cuerpo entero a medida que respiro. De repente, comienza a llover. Al principio solamente chispea, pero en cuestión de un escaso minuto, más bien de unos largo

Historias, libros y protagonistas.

Esa sensación de estar leyendo un libro, pasar cada página con ganas de más y, de repente, la última. El final llega con algún que otro giro inesperado que hace que la historia dé tantas vueltas que al final te mareas y tienes que volver a la penúltima y repetir la lectura. Igual con la vida pasa lo mismo. Toda vida tiene un principio, una historia y un final (refiriéndonos a la muerte). Pero, ¿esas líneas ya estaban escritas? ¿Era el destino el encargado de decidir de quién sería cada libro? Puede ser. En verdad, no tengo ni idea, supongo que el destino es cuestión de creer o no. Pero, lo que sí que sé, es que hay cosas que vienen solas, nos guste o no la historia, es la que es y, no nos queda otra que tirar hacia delante, que seguir leyendo con las mismas ganas que teníamos al principio. No todos los capítulos serán iguales y por supuesto que tampoco los personajes, unos se irán y vendrán otros nuevos, pero no por ello el protagonista se encierra en sí mismo y pone un punto y fina

Colores, lunas y soles.

¿Cómo una no va a sentirse pequeña ante la inmensidad de la Tierra? Digo Tierra por hablar únicamente de nuestro planeta, olvidando el resto de astros que completan nuestro sistema solar, ya sean estrellas, satélites u otros planetas como Saturno o Júpiter. El Sol teñía el cielo de un naranja que era imposible pasarlo por alto, se escondía, tímido, cansado, justo al fondo del océano, cuando mirabas al horizonte. El océano. La cantidad de vida que hay dentro de él, la cantidad de flora, de fauna, de cartas embotelladas de algún soñador que nunca supo cómo construir un mundo nuevo. Pero, dejando de lado las olas y su vaivén repitiéndose en un compás en el que la melodía de fondo la componía la Luna, ¿qué hacíamos que no mirábamos continuamente hacia todos los lados para no perdernos ni un solo detalle que la naturaleza nos ofrecía? El atardecer termina y llega la noche, el cielo opta por colorearse de colores más oscuros, azules casi negros. Las estrellas aparecen e iluminan cualqu

¿Y qué título era el apropiado?

¡Y qué bonito es el cielo nocturno! Tumbarse y mirar hacia arriba, ver cómo está prácticamente negro, a excepción de esos pequeños destellos de luz que llamábamos estrellas. O, de cómo ese satélite que movía las olas de los océanos a su antojo, intentaba quitarles protagonismo en las noches en las que estaba llena. No hay silencio completo, hay algún que otro grillo haciendo de sus sonidos de fondo. Aunque, a nosotros, parecía que nos daba miedo el silencio, como si al dejarnos a solas con nosotros mismos, quisiéramos evitar pensar. Evitar utilizar el cerebro, o el alma, o la parte que sea para ir más allá, para no quedarnos en la superficie de la vida, para sentirla hasta el fondo, bucear hasta lo más hondo de la piscina, tocar los azulejos y salir a la superficie. Sentir cómo, con el paso del tiempo, todo vuelve a su sitio, se coloca donde siempre ha debido estar. Cómo justo suena la canción que debía en el instante preciso, cómo de repente te das cuenta de a cuánta gente tienes al

Catorce.

A veces, los recuerdos nos llegan de golpe y porrazo, sin avisar se cuelan entre las rendijas del alma y se quedan ahí durante el rato que tú les dejes. Otras simplemente nos sumergimos en ellos, mirando aquellos álbumes repletos de fotografías de hace tantos años. Hay tantas maneras de evadirse, de llenarnos enteros de nostalgia, puede ser oliendo aquel jabón o quizá paseando por tu calle favorita de Madrid. Sin embargo, en algún momento u otro, antes o después, había que volver a la realidad, que sentaba como si nos echaran agua fría por la espalda, como estos días lluviosos en los que una simple gota se cuela por el interior de la camiseta y recorre toda la columna. Una única gota nos produce un escalofrío por todo el cuerpo y que la piel se nos ponga de gallina. Una gota. Solamente una. Quizá las cosas más pequeñas, los más mínimos detalles, tengan consecuencias más grandes de lo que realmente pensamos. Igual esto no se puede aplicar a todos los ámbitos, pero, ¿qué perdemos por

Siete.

Qué bonito es descubrir esa canción que te susurra al oído y te llega hasta el corazón, te lo acaricia suavemente y la letra corre por tu interior. Esa canción que sabes que es la canción. Sea por lo que sea. Quizá por el momento que te trae a la memoria o por quién se te viene a la cabeza o simplemente porque describe tus sentimientos como tú nunca podrías hacerlo. Hay tantas canciones en este mundo que merecen la pena y que quizá nunca escuchemos, tantas series, tantas películas que nos puedan cambiar la vida; y ya dejando de lado las cosas materiales, pasa lo mismo con las personas. Nunca entenderé cómo somos capaces de destrozarnos por dentro con tanta brutalidad cuando todos somos iguales, cómo dejamos que la rabia nos inunde, llegando hasta el rincón más profundo y cegándonos por completo. Quizá deberíamos dejar paso al optimismo, alegría, amor, paciencia, cariño, paz, pero, somos seres humanos y los fallos van implícitos con nosotros. Y, a pesar de eso, el perdón nos cuesta m