Viento, lluvia, tormenta.
A veces, el viento susurra. Se acerca al oído y te hace creer que lleva en él una melodía que tienes que descifrar. Otras, arrastra consigo los besos que nunca llegaron a tener lugar, los abrazos congelados en el mar del tiempo o los recuerdos atrapados en fotografías. De vez en cuando y de cuando en vez, el viento nos trae de vuelta sensaciones que creíamos perdidas. Quizá a cada uno de nosotros nos produzca una diferente. Quizá. A mí, personalmente, me llena de libertad. Es inspirar ese aire puro, retenerlo todo el tiempo que pueda en mis pulmones hasta que, no aguanto más y lo dejo ir. Sentir cómo el viento va a su aire, pasea a sus anchas, sin reparar en todo aquello que está moviendo o revoloteando. Me sacude el pelo, me lo pone en la cara. Sin embargo, en ese instante, no me importa. La libertad sigue recorriendo mi cuerpo entero a medida que respiro. De repente, comienza a llover. Al principio solamente chispea, pero en cuestión de un escaso minuto, más bien de unos largo