Reencuentros:
A veces nos reencontramos con el pasado. De golpe, de frente y sin previo aviso. Contra todo pronóstico, se vuelve presente (y no precisamente como regalo). Nunca supimos cómo entendernos, el pasado quería ser presente y futuro y, yo, bailando entre mis indecisiones, a veces le dejo. Porque ahí estoy cómoda, porque es oasis en desierto, música en silencio (y mi canción favorita, para rematar) y nunca dejo de encontrarte (hay momentos hasta dudo de si quiero). Decido rebobinar recuerdos y ponerlos en bucle. Una y otra vez. Porque el tiempo contigo nunca fue suficiente, porque el alma brilló como jamás la había sentido y porque me gustaba todo de ti. Por mucho que me guste o no, mientras me quedo a vivir en ti, pretérito, me olvido del ahora, de lo que realmente tengo y de lo que verdaderamente importa: yo conmigo. La perspectiva nos enseña que, con el paso de las agujas del reloj, todo duele menos, el vacío desaparece y la ausencia deja de pesar. Y, la verdad, que menos mal.