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Mostrando entradas de julio, 2015

Pequeña continuación de lo que ojalá sea una gran novela.

Sinceramente, no sabía si estaría en esa calle el hotel.  Estaba diluviando y, al principio, decidí no sacar el paraguas; pero no me quedó más remedio cuando empecé a tener frío. Parecía ser que estaba en la calle y en el número correctos: “Sin mirar atrás número 17”. Parecía que fuese mi calle. “Sin mirar atrás”. Por fin encontré el hotel, pero no había nadie en recepción. Mientras esperaba, decidí asomarme por la grande ventana. Llovía y llovía, la verdad es que parecía que jamás pararía. Pero claro que lo haría. Pararía y saldría el Sol. Y otra vez éste se escondería detrás de las grises nubes y volvería a llover. Pero eso ya sería en otro momento. Estaba ensimismada mirando la lluvia, tanto, que no me di cuenta de que me hablaban hasta que me tocaron suavemente el hombro. Me sonrojé y pedí perdón. Él me sonríe y me dice que mi habitación es la número 103. Asentí, cogí mi pequeño y escaso equipaje y subí hasta donde me habían dicho que estaría la puerta marcada con ese núm

Para ti, querido piano.

Te apago. Ojalá esta vez sea solo por un pequeño rato. Sé que eso únicamente lo puedo decidir yo, sin embargo, hay muchos planes, muchas cosas que quiero hacer y el tiempo iba en mi contra. También sé que hay gente que está más pendiente de ti, que nunca te deja, que siempre te tocará una vez más. Quizá yo no sea así del todo. A veces te miro y decido que es el momento de volver a escucharte, de sentirte en mis manos otra vez, como de vez en cuando hacemos. Pero, aquí viene otro problema. No sé tocarte, solo sé algunos cortos trozos de canciones: un poquito de "Para Elisa" y la banda sonora de "El Golpe". A veces pienso en que alguien me ayude a tratarte mejor, a sacarte todo el partido que te mereces. Llega el momento en el que te veo de nuevo, yo creo que con más polvo que de costumbre. Te quito la funda, seguro que para ti es como un yugo que quieres arrancarte de encima. Respiro hondo. Me dejo llevar, permito que mis manos hagan todo el trabajo y mis

Tú, tu obra de teatro.

Siempre en nuestras vidas hay un momento que es el momento. Llega. Sabes que es él. Lo disfrutas. Se va. Sin embargo, no es pena lo que sientes porque se haya ido, si no alegría de que haya venido. Se nos acerca, sigiloso para que no lo escuchemos, se sigue acercando hasta que llega un momento en el que te roza. Te asustas. Él se echa hacia atrás. Recobras la compostura. Se vuelve a acercar: lento, tranquilo, calmado. Y por fin llega, entra dentro de mí, recorriéndome entera, pasando por mis arterias hasta llegar al corazón, sale de éste a través de mis pequeñas venas, alcanza todos mis extremos, de cabeza a pies, de arriba abajo, el cuerpo completo. El momento había llegado. No sé cómo definir la sensación, simplemente es como si todo se uniera y estuvieras en completa armonía, contigo, con el resto. Sin embargo, en ese instante lo demás no existe, solamente estabas tú de pie en el vagón del tren, moviéndote de un lado para otro a causa de los tumbos que és

Hazlo lo mejor que puedas.

Quizá al fin y al cabo solamente seamos nuestras almas. Aquellas que nadan entre los mares y océanos de recuerdos y momentos, nadan, bucean y se sumergen lo más profundo en ellos. Llegan hasta el fondo, lo tocan y vuelven a la superficie. Quizá no quede nada de nosotros, solo el recuerdo que permanezca en los demás, con lo que se queden de nosotros, con la historia o huella que dejemos en el mundo. Quizá quede todo de nosotros, las risas con las que vivimos, los momentos que pasamos, las personas a las que amamos. Sinceramente, no sé qué quedará, ni por cuánto tiempo perdurará, lo único que te aconsejo es hacer que lo que quede, por si quedara algo, que hicieras que sea lo mejor que puedas.

Recorrer libremente los caminos de la vida.

Libre, como las palabras sueltas en el viento, volando tan alto como los pájaros, llegando tan lejos como las nubes, que suben y suben. No parar de hacerlo. Pero en algún momento tendremos que caer, quién sabe dónde aterrizaremos, ¿pero no eran acaso esa incertidumbre y esa duda las que nos mantenían vivos? La inestabilidad, fíjate qué ironía, nos mantenía a flote. Quizá tenía que ser así, si no, ¿qué gracia tendría vivir sabiendo lo que va a pasar? Lo bonito es tener esa libertad para tomar decisiones, poder tener miles de opciones, escoger esto o no, mejor lo otro. (Ojo, las consecuencias también eran importantes). Pero así era, es y será la vida, un camino lleno de piedras, con miles de direcciones, donde no teníamos ni brújulas ni mapas, donde podíamos perdernos hasta volvernos locos, y también hasta estar completamente cuerdos.

Sopla las velas.

Abre los ojos. Sueña. Sí, despierto. No los cierres. Sigue soñando. Un segundo, espera. No dejes que los sueños se queden así, siendo solamente sueños. Vamos allá, tienes los ojos despiertos, haz que se cumplan y se hagan realidad.