Pequeña continuación de lo que ojalá sea una gran novela.
Sinceramente, no sabía si estaría en esa calle el hotel. Estaba diluviando y, al principio, decidí no sacar el paraguas; pero no me quedó más remedio cuando empecé a tener frío. Parecía ser que estaba en la calle y en el número correctos: “Sin mirar atrás número 17”. Parecía que fuese mi calle. “Sin mirar atrás”. Por fin encontré el hotel, pero no había nadie en recepción. Mientras esperaba, decidí asomarme por la grande ventana. Llovía y llovía, la verdad es que parecía que jamás pararía. Pero claro que lo haría. Pararía y saldría el Sol. Y otra vez éste se escondería detrás de las grises nubes y volvería a llover. Pero eso ya sería en otro momento. Estaba ensimismada mirando la lluvia, tanto, que no me di cuenta de que me hablaban hasta que me tocaron suavemente el hombro. Me sonrojé y pedí perdón. Él me sonríe y me dice que mi habitación es la número 103. Asentí, cogí mi pequeño y escaso equipaje y subí hasta donde me habían dicho que estaría la puerta marcada con ese núm