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Los recuerdos:

  ¿Qué regresa, pero no puede volver? Los recuerdos. Siempre esas imágenes que se repiten en bucle una y otra vez. Al principio con nitidez y claridad. Y, poco a poco, van desgastándose. Olvidándose algún que otro detalle. Desvaneciéndose en el laberinto de la memoria, sin que sepa el camino para recuperarlo. Y, una vez ahí, casi en medio de la nada, no puedo rescatar tu voz, tu olor o, simplemente, a ti.

La muerte está tan segura de su victoria que nos da una vida de ventaja:

  Hay una frase que he escuchado infinidad de veces: “ la muerte está tan segura de su victoria que nos da una vida de ventaja ”. Siempre creí que tuviera razón. Aunque, últimamente, quizá no tanto. ¿Acaso la muerte gana? Un jaque mate implica vencer al otro, pero, igual deberíamos cambiar la manera de verlo y, simplemente, disfrutar de la partida. La vida nos regala absolutamente todo: un atardecer, una caricia en la mejilla, entrelazar las manos, una sonrisa, la luz en la mirada, una canción que roza el alma, contar estrellas (fugaces o no) por la noche, cambiar de perspectiva y buena compañía. Detalles. Pequeños. Casi imperceptibles para algunos. A lo mejor ahí está la clave: en saber mirar lo que (casi) nadie ve.

¿A dónde va el tiempo cuando lo perdemos?

“¿A dónde va el tiempo cuando lo perdemos?” Es una pregunta que leí hace poco. No tengo del todo claro cómo responderla, pero, quizá se haga más chiquitito cuando no hacemos nada con él. Nos espera, a que queremos darle la mano. A que queramos pasear y jugar con sus manecillas. A que estemos dispuestos a dejar correr la arena entre las diagonales de cualquier reloj. El tiempo siempre ha sido relativo. Directamente proporcional a la risa del momento. A la compañía. A la paz. Al sencillo (que no simple) hecho de sentir hogar y no estar en casa. 

Yo conmigo:

Me asusta buscar y no encontrar. No reconocerme entre los versos. No conseguir leerme cuando escribo todo esto que se me desborda entre las manos. No consigo que deje de brotar y sigue floreciendo. Quizás esté bien así. A lo mejor sólo tengo que observar cómo nace dentro de mí queriendo salir para gritárselo al mundo. Sin embargo, cuando me paro a escuchar, estoy diciéndolo en bajito, quedándomelo para mí, dándome cuenta (una vez más), de que el mundo da igual, mientras sea y esté yo conmigo.

El amor:

El amor llega y lo llena todo. Sin ningún tipo de miedo, derribando barreras y quemándote por dentro. Te remueve, te hace sonreír porque sí, te brillan los ojos. La vida se vuelve, sencillamente, maravillosa. Como, si, de repente, todo volviera a tener cierto sentido que, quizá, se nos estaba olvidando. Y en los márgenes del presente donde te planteas si sí o si no, entiendes que, de alguna forma u otra, el amor es todo aquello que no es pregunta, pero sí respuesta.