El Sol brillaba con fuerza, hacía calor, se notaba ya cómo habíamos pasado el calendario hasta mayo, mes del amor. ¿Por qué no? Las flores ya están vivas, ya no son tímidas, han salido, han brotado, de semilla a flor han pasado. La alegría nos inundaba por dentro, y por supuesto que nosotros dejábamos que lo hiciera, vamos, entra, la susurrábamos, para que nadie nos escuchara y entonces se fuera. Quédate, la suplicábamos, una y otra vez. Fíjate si éramos necios, que no dejábamos que se fuera, queríamos atraparla y dejarla con nosotros. La abríamos la puerta para entrar, de par en par, y según se quería ir, se la cerrábamos, estábamos demasiado bien así. Ella empujaba para salir. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis... Perdí la cuenta cuando llegó a la cien. La puerta se rompió, resquebrajados quedaron sus pequeños trozos. Ahora no sabíamos qué hacer, solamente aparecía un problema detrás de otro. Llegó la soledad y el dolor, juntos de la mano, la puerta estaba abierta y los inten