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Solamente una pequeña frase.

Vivamos con calma, despacito, sintiendo que el mundo es nuestro.

Tan sencillo como vivir.

Vivir hasta el último aliento, sentir hasta el rincón más profundo de mi corazón, recorrer cada esquina de todos los países, comerme el mundo, luchar por lo que es mío y por lo que nunca me quitarán. Conocer a toda la gente que se pueda, reír hasta que la carcajada se corte porque me falte el aire, llorar hasta que no pueda más, chillar hasta que mi garganta estalle, bailar hasta que mi cuerpo se tire al suelo, soñar hasta que los sueños pasen a ser realidad, dar todo de mí, esforzarme y ver el resultado. Enamorarme, dejar que la locura llene un poquito mi vida, maravillarme de todos los pequeños detalles, de las miradas a escondidas, de ti, de la naturaleza. Quedarme hasta las tantas escuchando el vaivén de las olas mientras la Luna se refleja en el infinito mar, meter los pies en el agua, inspirar hondo y sentirme bien. Saber que todo está en orden, donde debe estar y donde siempre ha estado.

Solo es tuyo.

El futuro lo tienes entre tus manos. Solamente es tuyo, lo sostienes, cautelosa, no se vaya a caer y se rompa en pedazos. No dejes que nadie te lo arrebate, que venga y juegue con él, no lo permitas, tú eres quien debe tomar sus decisiones, sin influencias. Tú. Tu futuro. ¿Qué es eso de decidir por otros? Para. Deja que el río siga su propio cauce. Sin embargo, siempre habrá alguno que ponga piedras en el camino para hacer que el agua no siga circulando, pero tú tienes que recapacitar, saber cómo esquivar esos obstáculos y simplemente, saltarlos. Después de todo, sigue adelante. Que nada te pare. Absolutamente nada.

Bonito punto de vista algo así de optimista.

Últimamente me da por hablar de vivir a cien todos los días, de tener esa energía presente, de darla la mano, de abrazarla, de tenerla con nosotros, de no dejar que se vaya. Sin embargo, hay días que se apaga y vaya que si la echamos de menos. Días en los que está cansada y ya no brilla igual. Días, a veces meses y desgraciadamente incluso años. Lo peor de todo es que tú te vas consumiendo con ella, como aquella vela que justo estaba en medio de la tarta de aquel cumpleaños. Y de vez en cuando, sonrisas. Sonrisas que valía la pena ver. De repente, chispa, corriente, luz. Otra vez. Casi ni te lo crees, ahí está más radiante que nunca y justo a tu lado, solo para alumbrarte a ti. Poco a poco, te das cuenta de que esa energía, esa que a veces tanto echamos de menos, somos cada uno de nosotros. Únicamente estarás tú para ti, yo para mí, él para sí. Habrá más gente, claro, toda a la que dejes entrar y llenarte, pero tú, eres solamente tú capaz de abrazarte en los días más oscuros, susurr

Da todo de ti.

Qué bien se está cuando se está bien. Simplemente, deja que todo pase. Sueña sin tener miedo de que se cumpla esos deseos, quiere sin tener miedo de que te rompan por dentro. Dalo toda en esta vida, que solo tenemos una. Y ahí está, siéntela cómo va pasando, segundo a segundo. Respira hondo, llénate de libertad, que te recorrerá entera haciéndote sentir todo lo bien que una puede hacerlo. No existas, vive. Hay diferencia, encuéntrala.

Había una diferencia entre vivir y dejar pasar el tiempo.

¿Qué sabríamos de la muerte si no vivimos? ¿Qué sentido tendría planear cada segundo si en un solo minuto la vida puede cambiar de dirección? Y que por cambiar, puede ir hasta al contrario. ¿Para qué fijarnos en esas nubes grises si sabemos que detrás el cielo sigue ahí? Está listo para volver a teñirse de esos azules que a veces tanto necesitamos. Sin embargo, a veces nos fijamos tanto en el gris, que no varíamos más, solo de negro a gris, no vemos más allá. Y que anda que no había más variedad de colores. ¿Dónde dejamos los rojos pasión? ¿Los verdes esperanza? ¿Los azules mar? ¿Qué necesidad tenemos de vivir la vida tan cautelosamente? Que por vivir, eso no es. Vivir es reír, llorar, disfrutar y esforzarse. La vida está llena de contrastes y de intermedios. Lo que hay que conseguir, es llegar a encontrar el límite de cada uno de ellos. No dejes pasar el tiempo sin más, saborea cada segundo, exprime cada minuto, no dejes que corran, que como lo hagas, no pararán. Irán cada vez

Sé que estás.

Nunca estamos preparados para decir adiós, ni siquiera un hasta luego o un hasta pronto; por eso nos duele tanto. Nos rompe por dentro, destrozándonos justo cuando entramos en esa terrorífica sala. Blanca, fría, vacía. Contigo sería diferente, los azulejos y los sillones blancos y negros, tú los teñirías de colores, azules, rojos, verdes y sonreirías, como hacías siempre y como por supuesto también hacías que lo hiciéramos los demás. Echo de menos tu sentido del humor, el que nunca perdiste hasta el último latido, siempre estuvo contigo hasta el final. Sé que estás por aquí, cerca, a mi lado, dándome suavemente la mano para evitar que me caiga, guiándome poco a poco, haciéndome seguir tus pasos, los que tanto echo de menos que des. Estás, pero yo no te veo. No te puedo abrazar. En las noches más oscuras y frías es cuando más te necesito, cuando me gustaría sentir tus manos arropándome hasta el cuello para que tu niña no cogiera frío. Sin embargo, es un poco tarde para eso. Fue

Me quedo con todo.

Quizá mirar atrás ahora no sea lo más acertado. ¿Debería solo mirar hacia delante? No. Pienso que no. Creo que de vez en cuando es bonito acordarse de momentos como estos, momentos que no querías que se acabasen nunca, que querrías que durasen y durasen. Pero todo pasa. Al igual que todo se acaba. Y justo al final, al final del todo, es cuando nos sentimos así, nostálgicos, tanto que pensamos que será más duro de lo que realmente será. Quizá no pensemos tanto en esto, en los buenos (y por desgracia también malos) momentos. Pero yo tampoco quiero eso, de hecho, no pienso olvidarme de segundos y minutos concretos en los que me reía hasta no poder más, en las veces que me quedaba mirando al cielo sintiéndome lo más pequeña que una podía sentirse. Todo eso me lo quedo, para mí, para siempre. Todos esos recuerdos ahora mismo son míos, algunos de ellos entraban en mis planes, en mis sueños y todo gracias a vosotros, que lo habéis conseguido. Quizá ahora me sienta demasiado así, n

¿No?

Y cuando de repente te das cuenta, el tiempo ha volado. Por supuesto que no literalmente, pero casi. Ha pasado todo tan rápido que ni me he dado cuenta. Dicen que eso es porque has disfrutado, y quizá esté plenamente de acuerdo con eso, pero ha ido demasiado deprisa. El día a día daban lugar a un mes y después a otro. De repente ves las fotos y miras la fecha, ves que son de hace casi un mes cuando parecen de ayer. Todavía me acuerdo del primer día de verano, el primer día de libertad, sin clases, el día que empezaba lo bueno. Y de eso ya han pasado más de dos meses, la verdad es que parece mentira. Hay muchos recuerdos, momentos (malos y buenos), pero todo eso ya se queda aquí, conmigo, para siempre. Que quizá haya sido otro verano más, pero los recuerdos no son los mismos, se renuevan, cambian. Este verano ha sido diferente a los anteriores, quizá era cómo lo miraba yo o quizá ni siquiera sepa muy bien el motivo. Ahora mismo estoy nostálgica perdida, deseando que el tiempo

Párate a escuchar.

Hay veces en las que hay algo dentro, al fondo, en lo más profundo. Sabes que está ahí, que quieres sacarlo, pero quizá todavía era un bebé al que le costaba encontrar el camino, al que todavía no le habían enseñado bien a gatear. Quizá la frustración empieza a recorrerte, solo un poco, a medias, no entero. Respiras hondo. Aunque cueste admitirlo, no sirve demasiado. Sin embargo, vuelves a hacerlo. Estás deseando soltar todo aquello, pero no sabías cómo ordenarlo para que saliera formando una fila en vez de que al intentar salir todos de golpe, se quedaran en la puerta apelotonados. Seguían ahí, atrancados. Las palabras no sabía en qué orden ponerlas, pero, ¿y el tema? Quizá le estaba dando demasiadas vueltas. Hasta que de repente, suena una suave melodía, baja, apenas puedo distinguirla con el ruido del mundo, pero comienzo a escucharla mejor a medida que los segundos pasan. No sé qué tenía, era tranquila e incluso quizá un poco tímida. Pero sigue, sonando, de vez en cuand

Último mes del año.

Me despierto y decido mirar por la ventana. Veía las hojas revolotear entre ellas, unas más oscuras y otras más claras. Unas marrones y todavía había algunas verdes. Abro la ventana y una corriente de aire helado me choca en la cara y hace que los labios se me corten. El aire entró y recorrió cada esquina de la habitación, llegó hasta cada rincón más profundo. Me toqué las mejillas, las tenía frías. Mis dedos empezaban a temblar un poco, a veces unos con otros y en otras ocasiones contra el marco blanco de la ventana en el que estaba apoyada. Miro el gran reloj que había al fondo de la habitación, marcaba las 9:31. Bastante pronto para lo que solía ser normal en un día de vacaciones como el que era hoy. Mire al cielo y estaba gris. Pero nada de eso hacía que fuese menos bonito, todo lo contrario, por algo será que se dice que hay que encontrar el intermedio, que ni un impecable blanco ni un desastroso negro. Que tiene que haber algo entre medias de tanto extremo: gris. Un ton

Una noche a las tres de la madrugada.

Me tumbo y miro hacia arriba. Está todo oscuro y solo la Luna brilla. Ahí está, en medio, rodeada de un completo negro. Y ella, impasible y siempre blanca. Mírala. Pero ella no era la única que había en el inmenso cielo. Miraras a la derecha o a la izquierda, verías estrellas: unas más grandes, otras pequeñas, suaves o brillantes. Todo en perfecta armonía, en su sitio. Y luego estábamos nosotros aquí, mirando allí y deseando cómo será aquello de allá. Miro el móvil y pienso que quizá lo mejor será pausar la música, quitarme los cascos y escuchar las melodías que la naturaleza nos ofrece día y noche. Quizá pájaros silbando, las olas del mar o simplemente nada. Silencio. Aunque siempre era casi imposible eso de no escuchar absolutamente nada, un silencio que quizá llegara a atormentarnos a nosotros mismos. Unos pensarán que por suerte siempre teníamos sonidos a los que prestar atención y otros creerán que de vez en cuando deberíamos parar todo ruido y dejar a nuestros tímpan

Un pájaro virtual.

Todavía me acuerdo de cuando era pequeña e iba al acogedor salón de casa, encendía el viejo ordenador y esperaba. Esperaba a que esa antigua máquina se pusiera en marcha y así poder iniciar sesión. Ya no me acuerdo ni del usuario y mucho menos de la contraseña, pero sí me acuerdo de aquella espera, corta, pero que a mí se me hacía eterna. Como cada vez que la pantalla empezaba a funcionar, saltaban miles de ventanas, supongo que algunas de publicidad, del antivirus también; quizá. Unos minutos más tarde, doble clic, el navegador se preparaba para comenzar con la búsqueda: minijuegos.com Me acuerdo lo bien que me lo pasaba, miles de juegos, de todo tipo: acción, carreras, peinados, ropa; cualquiera que pudieras soñar, por ahí debía de estar. Pero sobre todo me acuerdo de uno en concreto, era absurdo, pero me encantaba el hecho de poder subir tan alto como los edificios, volar tan lejos como quisiera, cielo nublado y volando, volando. El objetivo del juego en sí no consistía en es

Otro espacio que era blanco, ya está ligeramente pintado de negro.

Mi pequeño folio estaba en blanco. Completamente blanco. Vacío. Sin nada escrito. No sabía cómo empezar, ni siquiera de qué hablar: ¿de la Luna? ¿del mar? Pensándolo bien, tenía demasiadas ganas de soltar algo, algo que estaba por ahí escondido, esperando a que lo encontrasen y por fin salir por la puerta grande, como siempre había querido. La pluma seguía tambaleándose entre mis dedos y cayó un poco de su tinta en el folio. Un pegote negro en medio del folio blanco. Quizá eso fue lo que necesitaba para que la pluma empezara a deslizarse suavemente, como un pincel en un lienzo, como una mano sobre otra piel. Tranquilamente, notando cada pliegue, cada lunar. Así ocurría lo mismo, sentía cada palabra que escribía. Puede que en mi mente no estuviera tal cual, que por estar quizá ni estaba, yo lo buscaba, lo volvía a buscar hasta que por fin encontraba algo. Tiraba de él para que saliese, a veces lo hacía mejor y otras no tanto. Creo que lo importante es sacarlo, y ya cuando esté f

Pequeña continuación de lo que ojalá sea una gran novela.

Sinceramente, no sabía si estaría en esa calle el hotel.  Estaba diluviando y, al principio, decidí no sacar el paraguas; pero no me quedó más remedio cuando empecé a tener frío. Parecía ser que estaba en la calle y en el número correctos: “Sin mirar atrás número 17”. Parecía que fuese mi calle. “Sin mirar atrás”. Por fin encontré el hotel, pero no había nadie en recepción. Mientras esperaba, decidí asomarme por la grande ventana. Llovía y llovía, la verdad es que parecía que jamás pararía. Pero claro que lo haría. Pararía y saldría el Sol. Y otra vez éste se escondería detrás de las grises nubes y volvería a llover. Pero eso ya sería en otro momento. Estaba ensimismada mirando la lluvia, tanto, que no me di cuenta de que me hablaban hasta que me tocaron suavemente el hombro. Me sonrojé y pedí perdón. Él me sonríe y me dice que mi habitación es la número 103. Asentí, cogí mi pequeño y escaso equipaje y subí hasta donde me habían dicho que estaría la puerta marcada con ese núm

Para ti, querido piano.

Te apago. Ojalá esta vez sea solo por un pequeño rato. Sé que eso únicamente lo puedo decidir yo, sin embargo, hay muchos planes, muchas cosas que quiero hacer y el tiempo iba en mi contra. También sé que hay gente que está más pendiente de ti, que nunca te deja, que siempre te tocará una vez más. Quizá yo no sea así del todo. A veces te miro y decido que es el momento de volver a escucharte, de sentirte en mis manos otra vez, como de vez en cuando hacemos. Pero, aquí viene otro problema. No sé tocarte, solo sé algunos cortos trozos de canciones: un poquito de "Para Elisa" y la banda sonora de "El Golpe". A veces pienso en que alguien me ayude a tratarte mejor, a sacarte todo el partido que te mereces. Llega el momento en el que te veo de nuevo, yo creo que con más polvo que de costumbre. Te quito la funda, seguro que para ti es como un yugo que quieres arrancarte de encima. Respiro hondo. Me dejo llevar, permito que mis manos hagan todo el trabajo y mis

Tú, tu obra de teatro.

Siempre en nuestras vidas hay un momento que es el momento. Llega. Sabes que es él. Lo disfrutas. Se va. Sin embargo, no es pena lo que sientes porque se haya ido, si no alegría de que haya venido. Se nos acerca, sigiloso para que no lo escuchemos, se sigue acercando hasta que llega un momento en el que te roza. Te asustas. Él se echa hacia atrás. Recobras la compostura. Se vuelve a acercar: lento, tranquilo, calmado. Y por fin llega, entra dentro de mí, recorriéndome entera, pasando por mis arterias hasta llegar al corazón, sale de éste a través de mis pequeñas venas, alcanza todos mis extremos, de cabeza a pies, de arriba abajo, el cuerpo completo. El momento había llegado. No sé cómo definir la sensación, simplemente es como si todo se uniera y estuvieras en completa armonía, contigo, con el resto. Sin embargo, en ese instante lo demás no existe, solamente estabas tú de pie en el vagón del tren, moviéndote de un lado para otro a causa de los tumbos que és

Hazlo lo mejor que puedas.

Quizá al fin y al cabo solamente seamos nuestras almas. Aquellas que nadan entre los mares y océanos de recuerdos y momentos, nadan, bucean y se sumergen lo más profundo en ellos. Llegan hasta el fondo, lo tocan y vuelven a la superficie. Quizá no quede nada de nosotros, solo el recuerdo que permanezca en los demás, con lo que se queden de nosotros, con la historia o huella que dejemos en el mundo. Quizá quede todo de nosotros, las risas con las que vivimos, los momentos que pasamos, las personas a las que amamos. Sinceramente, no sé qué quedará, ni por cuánto tiempo perdurará, lo único que te aconsejo es hacer que lo que quede, por si quedara algo, que hicieras que sea lo mejor que puedas.

Recorrer libremente los caminos de la vida.

Libre, como las palabras sueltas en el viento, volando tan alto como los pájaros, llegando tan lejos como las nubes, que suben y suben. No parar de hacerlo. Pero en algún momento tendremos que caer, quién sabe dónde aterrizaremos, ¿pero no eran acaso esa incertidumbre y esa duda las que nos mantenían vivos? La inestabilidad, fíjate qué ironía, nos mantenía a flote. Quizá tenía que ser así, si no, ¿qué gracia tendría vivir sabiendo lo que va a pasar? Lo bonito es tener esa libertad para tomar decisiones, poder tener miles de opciones, escoger esto o no, mejor lo otro. (Ojo, las consecuencias también eran importantes). Pero así era, es y será la vida, un camino lleno de piedras, con miles de direcciones, donde no teníamos ni brújulas ni mapas, donde podíamos perdernos hasta volvernos locos, y también hasta estar completamente cuerdos.

Sopla las velas.

Abre los ojos. Sueña. Sí, despierto. No los cierres. Sigue soñando. Un segundo, espera. No dejes que los sueños se queden así, siendo solamente sueños. Vamos allá, tienes los ojos despiertos, haz que se cumplan y se hagan realidad.

Tic. Tac.

Pregúntate: ¿por qué? Aprende, la sabiduría es el poder. Escribe, unas veces con derrotas en la boca y otras con la garganta roja de gritar, pero la esperanza nos inundaba tanto por dentro que ni nos dábamos cuenta. Lucha por lo que es tuyo, por aquello que se han llevado, recupéralo, no pueden hacerte esto. Te han ganado una lucha, pero no la guerra. A veces para destruir hay que meterse desde dentro, meterse y desde ahí empezar a romper todo. Pero espera, para, recapacita sobre todo lo que te acabo de decir. Paremos de dividirnos, unámonos todos como uno, como lo que somos: nosotros. El ser humano. Tenemos esa energía destructiva, ese miedo, ese tormento que tenemos que volcar sobre algo y siempre lo mismo.Cambia el mundo, te dirán que es imposible, que siempre quedarás segundo en la carrera. Haz que se equivoquen y estáte orgulloso de ti, por lo que buscas, por lo que haces, por lo que encuentras. Encuéntrate a ti, y ayuda a los demás. Haz que se busquen a sí mismos, a vece

(Paréntesis)

El Sol brillaba con fuerza, hacía calor, se notaba ya cómo habíamos pasado el calendario hasta mayo, mes del amor. ¿Por qué no? Las flores ya están vivas, ya no son tímidas, han salido, han brotado, de semilla a flor han pasado. La alegría nos inundaba por dentro, y por supuesto que nosotros dejábamos que lo hiciera, vamos, entra, la susurrábamos, para que nadie nos escuchara y entonces se fuera. Quédate, la suplicábamos, una y otra vez. Fíjate si éramos necios, que no dejábamos que se fuera, queríamos atraparla y dejarla con nosotros. La abríamos la puerta para entrar, de par en par, y según se quería ir, se la cerrábamos, estábamos demasiado bien así. Ella empujaba para salir. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis... Perdí la cuenta cuando llegó a la cien. La puerta se rompió, resquebrajados quedaron sus pequeños trozos. Ahora no sabíamos qué hacer, solamente aparecía un problema detrás de otro. Llegó la soledad y el dolor, juntos de la mano, la puerta estaba abierta y los inten

Océanos llenos para nadar en ellos.

No eran los ojos, era tu mirada. Un océano lleno de dudas, me sumergía en él, hasta el fondo y ahí me perdía. Pero fíjate, que estaba debajo del mar y no me ahogaba. Recorrí cada milímetro que existía por ahí, nadé y seguí nadando; todavía quedaba algo que encontrar. Y de repente, sin darme cuenta, ya lo tenía. Justo ahí, delante de mis narices. La ilusión me hizo avanzar, despacio, nadando, poco a poco, y cuando lo iba a rozar, se fue. Quizá no fuera algo malo que hubiera desaparecido, solamente allí estaba yo, otra vez, dentro de mí. Y a pesar de haberlo tenido justo delante, no quería volver a ir en su búsqueda, tendría que aparecer cuando tuviera que hacerlo. Quizá en un momento, quizá en otro. Mañana tal vez, o pasado, quién sabe. Pero eso nos mantenía vivos, ¿cuándo te alcanzaré? Era difícil, se escapaba de tus manos como lo hace el jabón y dura tan poco como el latido del corazón. Rápido, lo tienes, rápido, se ha ido. Así, continuamente. Pero eso nos hace disfrutarlo,

Nos iba eso de complicarnos la vida.

Sonríe. Porque sí. ¿Por qué no? Quizá esa era la pregunta a todo, en vez de: ¿por qué? En serio, que es mejor asumir que las cosas pasan, queramos o no. Que todos cometemos fallos, y que por mucho que a todos nos gustaría volver a atrás, eso no va a pasar. Ojalá, ¿verdad? Pero bueno, continuemos que eso no es a lo que voy. A lo largo de la vida, te dan miles de consejos y de advertencias: "que si mires al cruzar", "que si tengas cuidado" que blablabla. Siempre las mismas frases, pero que por algo se dicen. La pena es que éramos demasiado jóvenes y nos daba (casi) todo igual. Vivíamos con el "Carpe Diem" en la boca sin pensar en las consecuencias, pero vamos a ver, que éramos adolescentes, ¿qué pretendíamos? Eso mismo. Vivir. Vivir con esas ganas y con esa ilusión que nada ni nadie te podían quitar. Esas sonrisas nerviosas antes de ver (al que creías que era) al amor de tu vida. Pero y a mí qué. Que dirán lo que quieran de nosotros, que si muy jóvenes

Al fin y al cabo.

No me digas que siempre es fácil seguir, tampoco me digas que nunca te has querido rendir, que siempre has querido dar un paso más, que la sonrisa a veces se desgasta. Tanto, que se borra. Pero tú tienes el lápiz y ellos la goma, o bueno, eso pensabas. En realidad tú tenías todo el estuche completo, todo lo que necesitabas. Coge el lápiz y dibújate la sonrisa más bonita para hoy, esa que tan bien queda, no la reserves para mañana. Que mañana será otro día que ya llegará. Mañana dibújate otra, no te quedes con la misma porque el motivo se irá o al final el carboncillo del lápiz acaba perdiéndose. Hoy es otro día nuevo y eso, más que cualquier otra cosa, merece una sonrisa nueva. Así que vale ya, deja de lamentarte porque hoy te dibujaste mal la sonrisa. No hay nada que la goma pueda borrar. Por eso mismo, sonríe, da igual el motivo, sonríe porque sí, porque ¿ves? Ya está. Es mejor tener sonrisas que dar que a tener sonrisas que guardar que en cualquier momento puede haber cualquier

Variedad de sentimientos.

No sé si es el miedo lo que no nos deja avanzar. ¿Miedo a qué? Quizá a fallar, a no ser suficiente, a no dar la talla. Siempre estamos pensando en lo mismo: en lo rápido que se va el tiempo, en las pérdidas, en lo que no tenemos y en lo que siempre nos faltará. Siempre preocupándonos y dándole vueltas sin parar a las cosas. Al final le damos tantas vueltas que nos mareamos y caemos al suelo. Y enseguida intentamos levantarnos aunque tengamos un ojo para cada lado y nos duela la cabeza. Porque siempre lo hacemos así, nos caemos y siempre intentamos actuar como si nada hubiera pasado, como si siguiéramos en pie cuando estamos en lo más profundo del suelo. Quizá deberíamos respirar hondo, esperar a que se fuese el mareo y ahí ya levantarnos. Pero la pérdida del tiempo no era lo nuestro, solamente queríamos vivir el día a día, con un pasado imborrable, con un presente inolvidable y un futuro esperanzador. Y se reían de nosotros por querer llegar más alto, por luchar por nuestros derechos

Como una especie de noche sin Luna.

Quizá era como una especie de cielo sin estrellas, día sin Sol, noche sin Luna, mar sin olas, playa sin arena. Pequeñas cosas del día a día, que damos por hecho que siempre que nos levantemos, estarán ahí para nosotros, para que escuchemos su sonido, veamos su luz o cualquier cosa. Pero sólo en días concretos nos damos cuenta. En días concretos, fuera de lo habitual, días en los que la Luna está llena o más grande, días en los que no vemos el Sol por culpa de las nubes, días en los que la olas son capaces de alcanzar cinco metros de altura. Esos son los días en los que apreciamos y nos fijamos realmente en lo que tenemos a nuestro alrededor. Lo triste es que nos pasa con todo. Siempre queremos que llegue un día concreto, porque se sale de lo habitual, es distinto, diferente, y queremos que llegue ya. ¿Pero y qué pasa con el resto de días? Hay más, disfrútalos, vívelos, ríe de lo que pasó alguna vez. Asume consecuencias, vive con los errores, arrepiéntete si quieres, que da igual, que

Estos últimos años son muy raros.

Estos últimos días, estos últimos meses, estos últimos años son muy raros. Están basados en un continuo cambio, que parece no parar. Miras hacia el cielo queriendo ver estrellas, el Sol o la Luna, pero solamente ves que caen bombas. A otra hora, en otro sitio, el hambre acecha hasta el más mínimo resquicio de su cuerpo, un cuerpo que no ha podido aguantar más enfermedades ni más miedo. Miedo a vivir siempre así, a que no hubiera ningún final feliz, ni siquiera como en Disney, ni siquiera eso, ya que nunca han podido ver ninguna película. Ninguna película en ninguna televisión, donde la pobreza marca el día a día y no hay comida, ni sanidad ni educación. Derechos humanos, ¿dónde estáis? Mucha charla y promesa que nunca se cumplirá. Pero en otro lugar las personas roban y no paran de robar para hacerse más ricos todavía y limpiarse el culo con billetes para después tirar. Tirar dinero y derrocharlo, como si no fuera importante como si no hubiera gente que lo necesitase. Porque es verd

Calma. De repente tormenta.

Me adentraba en el mar, las olas, la orilla, la arenilla colándose por los pequeños huecos que había entre mis dedos. Todo era calma, tranquilidad. Se podía ver incluso el horizonte, el Sol yéndose ya, poco a poco, despacio. Dejándonos disfrutar de él, otro rato más. Ni todos los días de nuestra vida eran suficientes para poder entender cómo se juntaban el Sol y el mar, al horizonte, al final del camino, una línea torcida pero no mal escrita, simplemente no era recta. Todo era calma, hasta que llegaste tú. Llegaste y el mar empezó a embravecerse, mi corazón a acelerarse, las olas empezaron a coger fuerza y el agua nos mojaba hasta casi las rodillas. Qué manía tenías de que incluso en los peores momentos todo pareciera absurdo, como una simple y estúpida piedra en el camino, sólo otra más, decías. Entre risas y miradas no me daba cuenta de que ya no se veía el Sol, de que se había ido por completo. Y de repente, te lanzaste, un roce suave y corto hasta que me coges la mano, me la aga

Una sonrisa siempre queda bien.

No dejes que los sueños se queden en sólo sueños, no permitas que las ilusiones se desvanezcan, deja vía libre a tus pensamientos. Deja que salten, que vuelen y que salgan. Déjalos libres, así serás más feliz. Suéltalos, ¿por qué no? No pienses en los posibles errores, los tendrás, no les des mayor importancia. Sigue andando, perdona, olvida y continúa. No hace falta que pises a los demás para que no te pisen. Pero quizá alguien lo haga, pero no se lo permitas, tú eres fuerte, puedes con todo, ánimo. Suena la alarma, otro día más. Otra oportunidad que te da la vida, no la dejes pasar, aprovéchala. Que dicen que las oportunidades se dan muchas y que pocos las aprovechan. La sonrisa que nunca falte, que siempre queda bien. A los buenos y malos momentos, buena cara. Sigue. Habrá puntos y finales, comas y puntos y aparte. Pero la tinta no se acaba fácilmente, se tiene que acabar cuando de verdad has apretado tanto que ya no queda nada. Pero para ese momento queda mucho. ¿Qué más da s

18:43.

Eran las 18:43 según mi reloj digital. No paraba de mirarlo, cada segundo y el pie no podía estarse quieto ni un momento. Esa sonrisilla de los nervios antes de verte. Y esos escalofríos que me recorrían todo el cuerpo. No me digas que es lo habitual que te pasa cuando ves a alguien corriente para ti. Mientras, mi mente estaba en otro sitio. Dejaba vía libre a mis pensamientos y no veas cómo volaban. Volaban hasta lo más alto, como si nunca fuera suficiente arriba, como auténticos pájaros. No se cansaban y seguían subiendo, subiendo hasta que las vistas eran lo suficientemente buenas. El mar al fondo con el oleaje calmado (claro que no podía ser de otra manera). Y el Sol estaba escondiéndose iluminándome con sus últimos rayos (cómo deseaba que fuera un iluminándonos dentro de poco). Ese poco llegó antes de que me lo esperara. Una mano rozó la mía y ahí estabas tú. Con tu impecable sonrisa tan pícara que siempre tenías. No podía ser de otra manera. Tenía miedo de hacer algo mal, de pas

No sabíamos qué canción elegir.

Queríamos bailar, pero no sabíamos qué canción elegir ni tú te acordabas de ninguna para tocar. Al principio pensábamos que vendría bien algo rápido, algo que te hiciera reír y te diese ganas de saltar. Saltar cada vez más alto como si alguna vez alcanzases el cielo, como si hubiese momentos en los que ni tocases el suelo. Después, pensamos en una canción intermedia, esta que tiene sus puntos fuertes, la verdad es que normalmente en el estribillo y también sus partes suaves, donde sólo la voz inunda la habitación o un piano de fondo adorna la canción. Pero no nos sirvieron ninguna de esas dos opciones. Acabábamos demasiado cansados o nos pisábamos los pies, no sé qué era peor. Se nos acababan las opciones hasta que decidimos una lenta. ¿Por qué no intentarlo? Quizá salía bien. En realidad, era difícil, yo no sabía cómo moverme y tú te liabas con los pasos. ¡Olvidemos los malditos pasos! Decidimos empezar a bailar con el piano de fondo, Yiruma. Cómo iba a ser otro. River flows in you qu

Un azul oscuro.

Iba cayendo ya la noche, el cielo empezaba a colorearse de un azul oscuro que pronto sería negro. Pero todavía no era así, si miraba hacia un lado el cielo estaba morado y si lo hacía para el otro era un color más anaranjado. Aun así, la primera estrella ya había salido. Brillaba al principio sin fuerza, pero eso sólo era cuestión de tiempo. Poco tardó en caer la noche. Ya no se veía el rastro que dejaban los aviones normalmente. Ahora sólo se escuchaba el timbre del tren que indicaba el cierre de sus puertas. Volví a mirar al cielo y de momento sólo había una estrella, a veces parecía que incluso la podías alcanzar, la podías rozar con los dedos y casi atraparla, hacerla tuya. Pocos minutos después el cielo se tiñó por completo de un negro que lo único que nos permitía ver era la impresionante luz de la Luna y las inmensas constelaciones. Cómo sin estar unidas parece que lo están, parece que está indicado hasta el más mínimo centímetro. Ellas siempre brillaban y siempre estaban ahí.