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Mostrando entradas de septiembre, 2017

Mar.

Es como la ola del mar que intenta alcanzar las estrellas, que intenta devorar la Luna, creyéndose que únicamente sirve con ir a por su reflejo. Intenta alcanzarlas, reventándose contra las rocas afiladas de los acantilados, como si fueran los dientes de un lobo. Sabiendo que, inevitablemente, acabará deshaciéndose en la arena que se nos cuela entre los dedos de los pies al caminar, dejándola mojada una cuestión de segundos. Sin embargo, no se da por vencida, vuelve a por ello siempre, poniéndose de vez en cuando más y más furiosa, alcanzando incluso 10 metros, soñando que viaja por el cielo, quedándose en las nubes y tirándose en caída libre en forma de gotas cuyo objetivo es llegar al suelo. A veintisiete de septiembre, miércoles.

Imperfecciones.

Quizá en algún momento de mi vida me pregunte a mí misma porqué pensé esto, pero: qué bonita y única es la imperfección. Puede que no estéis de acuerdo, pero, a mí, me encanta ver la cama deshecha, encontrar papeles distribuidos por la mesa, algún calcetín sin pareja en un cajón que no es el suyo, una moneda en el bolsillo de aquel abrigo que no te pones desde el invierno pasado, un botón suelto de alguna camisa, una tapa azul de un bolígrafo ya gastado, un llavero sin anilla en la caja de recuerdos que nos llenan la memoria de nostalgia. Igual estoy yo equivocada o a lo mejor veo la vida desde el punto de vista que no debo, pero, supongo, que soy feliz así, con las subidas y bajadas de la vida, con las pequeñas tonterías del día a día, con las risas de un chiste malo, con un simple 'por favor' o un 'gracias' que tanto se echan en falta últimamente, con una sonrisa porque sí, con sencillos gestos que pasan de hacerte ver trucos a descubrir la magia. Incluso ahora mis

Madrid:

Madrid, me encanta verte amanecer, despertarte con ganas y radiante, quitándote las legañas de la noche larga, imaginar cómo las nubes de tus sueños vuelan cada vez más alto, hasta que rozan el Sol de tu mirada y se desvanecen como el humo de mi café. Sigo mirando por la ventana de mi tren y veo la noche desapareciendo poco a poco y con ella todos los recuerdos de la madrugada, de las conversaciones hasta las tantas, de los momentos frágiles de la mañana que nos abrazan el alma y nos hacen sonreír hasta que nos duelan las mejillas. Y mientras tú sigues amaneciendo, yo me pierdo en mis pensamientos, acordándome de los paseos nocturnos por las vías del tren, del reflejo en el agua de las luces encendidas, de las carcajadas estalladas, pero sobre todo, de ti. A cinco de septiembre, martes.