Madrid:

Madrid, me encanta verte amanecer, despertarte con ganas y radiante, quitándote las legañas de la noche larga, imaginar cómo las nubes de tus sueños vuelan cada vez más alto, hasta que rozan el Sol de tu mirada y se desvanecen como el humo de mi café.
Sigo mirando por la ventana de mi tren y veo la noche desapareciendo poco a poco y con ella todos los recuerdos de la madrugada, de las conversaciones hasta las tantas, de los momentos frágiles de la mañana que nos abrazan el alma y nos hacen sonreír hasta que nos duelan las mejillas.
Y mientras tú sigues amaneciendo, yo me pierdo en mis pensamientos, acordándome de los paseos nocturnos por las vías del tren, del reflejo en el agua de las luces encendidas, de las carcajadas estalladas, pero sobre todo, de ti.
A cinco de septiembre, martes.

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