Entradas

Mostrando entradas de mayo, 2014

Continúa volando.

¿Y si volamos? ¿Y si cogemos un avión y nos vamos de aquí para siempre? Dejar todo ya e irnos sin mirar atrás. Perdernos por el mundo, ir de aquí a allá, sin saber a dónde vamos, sin saber qué hacemos; solamente disfrutamos. Vamos, volemos, riamos, lloremos, disfrutemos. En eso consiste la vida, en ser feliz, disfrutar, reír y también llorar. Vamos a volar, a olvidarnos de todo ya, mira a esos pájaros, cómo se van, dejando todo atrás. Vámonos, sigue, no te dejes caer, sigue volando, sigue batiendo las alas. Que ningún otro pájaro te empuje, te golpee ni te arrastre, y si lo hace, continúa adelante. Porque tú puedes, eres capaz, vamos, lo sabes, bate esas preciosas alas cada vez más fuerte. Asciende hasta aspirar la textura de las nubes, mira hacia abajo, cómo están el resto bajo tus pies y te envidian por volar tan alto. Pero tú puedes y, a pesar de todo, continúa volando.

Nos aferramos a la vida, como si de vida o muerte se tratase, qué irónico, ni que no lo hiciese. Nos da miedo el paso del tiempo, a quién no, es increíble como se esfuma todo, aquello que un día existió. Al igual que el paso del tiempo, nos aterra la muerte, el qué habrá después, es desconocido, por lo que nos causa interés. Pero, seguimos aquí, sufriendo con estos miedos, tratando de vivir, entre este mundo lleno de mierda, sin ganas de seguir. No me mientas, no me digas que las cosas no han cambiado, que de lo que un día te reías, ahora es por lo que has llorado. Porque el tiempo es efímero, las cosas y las personas no van a volver, fíjate bien, cómo una fotografía, es capaz de captar algo, que jamás volverás a ver. Una pena que no apreciemos nada de lo que tenemos, una lástima que seamos tan estúpidos, ¿nos daremos cuenta alguna vez? Quién sabe. Pero para entonces, quizá ya sea demasiado tarde.

Y lo preciosos que son los mares, qué.

Fíjate en el mar, cómo llega hasta el horizonte, y se esconde, como un niño pequeño cuando ha hecho una trastada. Y quién sabe, quizá lo sea, o quizá no. Cuando está tranquilo, juguetea con las olas, haciendo que lleguen a la orilla, pero que vuelvan hacia él, que siempre vuelvan. Cuando está enfadado, ya no juguetea con las olas, las arroja contra los acantilados, soltando su rabia contentida, llevándose todo consigo. Y quizá sea un niño pequeño, o quizá no, quién sabe, quién sabrá.

Venecia, Roma, París, Suecia o Madrid.

Venecia, Roma, París, Suecia o Madrid. Los calles de Venecia, llenas de agua, o de lágrimas derramadas, quién sabe nada, quién sabrá. Los paseos por Roma, el Vaticano, cualquier paso, allí te llevará, porque por algo lo dicen, todos los caminos, llevan a Roma. Las calles de París, bonitas de luces presumen, unas de colores, otras de blanco y negro, como las fotografías que nos hicimos, aquel abril del noventa y tres. La nieve de Suecia, que de auroras boreales presume, todas las noches cuando el Sol se consume, aparecen y bien bonitas lucen. Y, por último, Madrid. Las calles y los paseos, la Gran Vía, da igual a lo que nos refiramos, siempre será Madrid, donde los recuerdos no se olvidan, y uno puede ser feliz.

Los errores nos atormentan.

Mirando las horas pasar, tic-tac, tic-tac, el sonido de siempre, nunca cambiará, porque tiene una rutina y así será. Y con el reloj, vamos nosotros, rápidos o lentos, pero con la rutina, con lo mismo de siempre. ¿Qué más nos da? No tratamos de ir más allá, de dejar de ser marionetas, controladas por yo qué sé quién. Nos da igual, seguimos una línea recta; que es siempre igual. El camino no varía, y aunque lo hiciese, seguiríamos por esa línea imaginaria, tambaleándonos, con miedo a la equivocación, a dar un paso en falso, y a dejar de ser controlados, por yo qué sé quién.