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Mostrando entradas de enero, 2015

Estos últimos años son muy raros.

Estos últimos días, estos últimos meses, estos últimos años son muy raros. Están basados en un continuo cambio, que parece no parar. Miras hacia el cielo queriendo ver estrellas, el Sol o la Luna, pero solamente ves que caen bombas. A otra hora, en otro sitio, el hambre acecha hasta el más mínimo resquicio de su cuerpo, un cuerpo que no ha podido aguantar más enfermedades ni más miedo. Miedo a vivir siempre así, a que no hubiera ningún final feliz, ni siquiera como en Disney, ni siquiera eso, ya que nunca han podido ver ninguna película. Ninguna película en ninguna televisión, donde la pobreza marca el día a día y no hay comida, ni sanidad ni educación. Derechos humanos, ¿dónde estáis? Mucha charla y promesa que nunca se cumplirá. Pero en otro lugar las personas roban y no paran de robar para hacerse más ricos todavía y limpiarse el culo con billetes para después tirar. Tirar dinero y derrocharlo, como si no fuera importante como si no hubiera gente que lo necesitase. Porque es verd

Calma. De repente tormenta.

Me adentraba en el mar, las olas, la orilla, la arenilla colándose por los pequeños huecos que había entre mis dedos. Todo era calma, tranquilidad. Se podía ver incluso el horizonte, el Sol yéndose ya, poco a poco, despacio. Dejándonos disfrutar de él, otro rato más. Ni todos los días de nuestra vida eran suficientes para poder entender cómo se juntaban el Sol y el mar, al horizonte, al final del camino, una línea torcida pero no mal escrita, simplemente no era recta. Todo era calma, hasta que llegaste tú. Llegaste y el mar empezó a embravecerse, mi corazón a acelerarse, las olas empezaron a coger fuerza y el agua nos mojaba hasta casi las rodillas. Qué manía tenías de que incluso en los peores momentos todo pareciera absurdo, como una simple y estúpida piedra en el camino, sólo otra más, decías. Entre risas y miradas no me daba cuenta de que ya no se veía el Sol, de que se había ido por completo. Y de repente, te lanzaste, un roce suave y corto hasta que me coges la mano, me la aga

Una sonrisa siempre queda bien.

No dejes que los sueños se queden en sólo sueños, no permitas que las ilusiones se desvanezcan, deja vía libre a tus pensamientos. Deja que salten, que vuelen y que salgan. Déjalos libres, así serás más feliz. Suéltalos, ¿por qué no? No pienses en los posibles errores, los tendrás, no les des mayor importancia. Sigue andando, perdona, olvida y continúa. No hace falta que pises a los demás para que no te pisen. Pero quizá alguien lo haga, pero no se lo permitas, tú eres fuerte, puedes con todo, ánimo. Suena la alarma, otro día más. Otra oportunidad que te da la vida, no la dejes pasar, aprovéchala. Que dicen que las oportunidades se dan muchas y que pocos las aprovechan. La sonrisa que nunca falte, que siempre queda bien. A los buenos y malos momentos, buena cara. Sigue. Habrá puntos y finales, comas y puntos y aparte. Pero la tinta no se acaba fácilmente, se tiene que acabar cuando de verdad has apretado tanto que ya no queda nada. Pero para ese momento queda mucho. ¿Qué más da s

18:43.

Eran las 18:43 según mi reloj digital. No paraba de mirarlo, cada segundo y el pie no podía estarse quieto ni un momento. Esa sonrisilla de los nervios antes de verte. Y esos escalofríos que me recorrían todo el cuerpo. No me digas que es lo habitual que te pasa cuando ves a alguien corriente para ti. Mientras, mi mente estaba en otro sitio. Dejaba vía libre a mis pensamientos y no veas cómo volaban. Volaban hasta lo más alto, como si nunca fuera suficiente arriba, como auténticos pájaros. No se cansaban y seguían subiendo, subiendo hasta que las vistas eran lo suficientemente buenas. El mar al fondo con el oleaje calmado (claro que no podía ser de otra manera). Y el Sol estaba escondiéndose iluminándome con sus últimos rayos (cómo deseaba que fuera un iluminándonos dentro de poco). Ese poco llegó antes de que me lo esperara. Una mano rozó la mía y ahí estabas tú. Con tu impecable sonrisa tan pícara que siempre tenías. No podía ser de otra manera. Tenía miedo de hacer algo mal, de pas

No sabíamos qué canción elegir.

Queríamos bailar, pero no sabíamos qué canción elegir ni tú te acordabas de ninguna para tocar. Al principio pensábamos que vendría bien algo rápido, algo que te hiciera reír y te diese ganas de saltar. Saltar cada vez más alto como si alguna vez alcanzases el cielo, como si hubiese momentos en los que ni tocases el suelo. Después, pensamos en una canción intermedia, esta que tiene sus puntos fuertes, la verdad es que normalmente en el estribillo y también sus partes suaves, donde sólo la voz inunda la habitación o un piano de fondo adorna la canción. Pero no nos sirvieron ninguna de esas dos opciones. Acabábamos demasiado cansados o nos pisábamos los pies, no sé qué era peor. Se nos acababan las opciones hasta que decidimos una lenta. ¿Por qué no intentarlo? Quizá salía bien. En realidad, era difícil, yo no sabía cómo moverme y tú te liabas con los pasos. ¡Olvidemos los malditos pasos! Decidimos empezar a bailar con el piano de fondo, Yiruma. Cómo iba a ser otro. River flows in you qu

Un azul oscuro.

Iba cayendo ya la noche, el cielo empezaba a colorearse de un azul oscuro que pronto sería negro. Pero todavía no era así, si miraba hacia un lado el cielo estaba morado y si lo hacía para el otro era un color más anaranjado. Aun así, la primera estrella ya había salido. Brillaba al principio sin fuerza, pero eso sólo era cuestión de tiempo. Poco tardó en caer la noche. Ya no se veía el rastro que dejaban los aviones normalmente. Ahora sólo se escuchaba el timbre del tren que indicaba el cierre de sus puertas. Volví a mirar al cielo y de momento sólo había una estrella, a veces parecía que incluso la podías alcanzar, la podías rozar con los dedos y casi atraparla, hacerla tuya. Pocos minutos después el cielo se tiñó por completo de un negro que lo único que nos permitía ver era la impresionante luz de la Luna y las inmensas constelaciones. Cómo sin estar unidas parece que lo están, parece que está indicado hasta el más mínimo centímetro. Ellas siempre brillaban y siempre estaban ahí.