Entradas

Mostrando entradas de 2020

Espacios y tiempos:

Sentirme astronauta en tu mirada, saltar de lunar en lunar, creando constelaciones con la sintonía de tu risa mientras desafiamos al tiempo quedándonos a vivir en el recuerdo. Llegar a creer que tu nombre inspira a la vida para que me sonría al verme cruzar. Nunca olvidar (por desgracia) que el pasado está más presente que tú. Pero, recordarme a mí misma cada noche que el cielo sigue brillando, que mis alas ya no son de papel y que el corazón te echa de más y no tanto de menos.

Yo conmigo:

Y, de repente, vuelves a encontrar la calma dentro de ti. Dejas de escuchar tanto ruido interno que generan los recuerdos. Consigues poner punto y aparte a todo aquello que no paraba de doler. Te das cuenta de que, las agujas del reloj han cosido los rotos, consiguiendo enseñarte y hacerte entender que todo pasa, que, aunque parezca imposible; el mundo sigue girando, listo para abrazar de nuevo tu vuelo y tu sonrisa en el momento que tú decidas volver. En ese preciso instante que te encuentres a ti, que vuelvas a ser tú, que regreses contigo y que te prometas, una vez más, que una siempre se elige a sí misma primero.

De corazón:

Soy de corazón. De blancos y negros porque mis sentimientos no entienden de otra cosa. De frenarme a mí misma o de dejarme llevar porque sí. De querer la vida tal y como es. De amar a alguien sin miedos hasta que ya no. Hasta que algo se transforma en mi interior que hace que me dé cuenta de que, las cosas, cambian. De que mi yo interior cambia. De que entiende de revoluciones, pero también de paz. De calma. De sonrisas sin motivo y de alegrías esporádicas. De lágrimas con razones. De confiar ciegamente. De creer que para volar no hace falta alas, si no, simplemente, saltar. 

Corriendo:

Estoy corriendo de mí hacia mí. Porque hay partes que no me atrevo a descubrir (o que en realidad no sé si quiero hacerlo). Puertas entreabiertas que me da miedo cerrar del todo por si acaso. Siempre por si acaso. No sé si me pillaré. Si frenaré en seco y seré capaz de mirar dentro de mí. Sin miedos. Sin inseguridades. Sin barreras que me impidan sumergirme en mí, nadar mar a dentro y con el corazón abierto, dispuesto a ser mi faro y salvavidas.  Por si me pierdo. Por si me ahogo.  

Mar. Orilla:

No sé si soy mar. O soy orilla. A veces me gusta la seguridad de la arena, el eco de las olas y observar el horizonte a lo lejos. Pero, otras, no me conformo con esto. Quiero más. Quiero inquietud, rebeldía, revolución. Estallar contra las rocas. Saborear la altura del precipio de los acantilados. Disfrutar la caída. Aunque duela. Porque es vida. Y volver a volver. Regresar siempre. Quizá mi corazón sea las dos. Océano y arena. A veces luchan entre sí para ver quién gana. Otras, simplemente, se dejan ser. 

Definición de refugio:

La segunda definición de refugio me parece preciosa: "protección o amparo que una persona encuentra en otra o en algo librándola de un peligro". Que una persona encuentra en otra.  En un abrazo, por ejemplo, cuando los corazones se enlazan entre sí para bailar juntos al mismo compás, sintiendo que la música de ambos lleva el mismo ritmo.  En una sonrisa cuando ni siquiera hace falta mirar la boca porque las miradas nunca supieron guardar un secreto y, lo que hacen realmente es gritarlo a voces para aquellos que se paran a observar. En una caricia cuando se te eriza la piel con un simple roce de las yemas de los dedos. En una canción cuando sientes que va dedicada especialmente a ti, que cada frase coge todo el sentido del mundo para el presente que estás viviendo. Todo eso puede ser refugio. Haya o no peligro. Pero, sobre todo, acógete tú. Con los brazos abiertos. Cuando los ojos estén cansados de llorar, haya nudos de garganta imposibles de soltar y las ganas fallen. Ahí, ju

Noches de tormenta:

Me gustan las noches de tormenta. De lluvia. De cuando parece que cada gota purifica el alma y apaga algunos fuegos internos que nos estaban consumiendo de más. Hay alguno que resiste. Alguno cuyas llamas son más fuertes que el agua.  Y de repente un rayo. Que aviva de nuevo absolutamente todo. Haciendo que nos recorra de arriba a abajo una sensación que no sé cómo explicar. A veces es momentáneo. Otras se mantiene. Y, cuando se va, nos deja con unas ganas enormes de querer volver a ella. Una tormenta interna que me remueve, que genera caos para que, al final, llegue la calma y la delicadeza con la que unas manos tocan una melodía al piano que suena al mismo ritmo que mi corazón.

Encontrarse:

A veces te encuentras. Puede ser en una foto de hace unos años, sonriendo frente al espejo, en una canción especial o en el reflejo de la mirada de otra persona. Y te ves mejor de lo que te has visto nunca. Porque la autoexigencia te nubla la vista. Te impide ver con claridad. Suma niebla a un día que sería totalmente soleado. Los complejos se pueden llegar a apoderar de ti sin que tú controles cómo. Pero ahí están esos ojos que te conceden una tregua entre tanta batalla interna. Te miran desde el corazón y sientes que todo eso cobra vida cuando te rodean con los brazos y, al otro lado, escuchas su latido.  Quizá al mismo compás. Quizá a un tres por cuatro. Quizá al ritmo de la canción más bonita del mundo.

Nostalgia:

A veces la nostalgia es ligera. Otras veces es tan profunda como el fondo del océano. Te atrapa con la fuerza de sus olas, rompiendo contra ti, olvidándose (por una vez) de desahogar su furia contra los acantilados. Los recuerdos llegan así de rápido y fuerte. Creyéndose esas huellas superficiales que se forman con el paso de un barco. Hay quien dice que con el paso del tiempo. La marea sigue esforzándose por conseguirte. Quizá luchar contra ella sea algo inevitable. Quizá acabemos mar adentro antes de que nos demos cuenta. Quizá ya lo estemos.  Y, por último, quizá seamos capaces de rozar el horizonte con las yemas de los dedos.

El escondite perfecto:

Hay quienes creemos en la magia. Magia que aparece en las (no) casualidades, en una sonrisa sincera, en una mirada que te confiesa lo más profundo, en un abrazo en el que el único objetivo es el de acercar los corazones, para que su compás consiga unirse y latir a la vez. A veces la magia es tímida. Se esconde. Se mete dentro de una caracola, esperando a que acabe de contar diez y vaya a buscarla. Es su escondite de siempre. Es fácil encontrarla. Otras veces quiere gritar que está ahí. Que no sólo aparece en los trucos, que es el rugido del mar y el vaivén del oleaje el que nos muestra el reflejo de la Luna para que nos demos cuenta de que siempre va a estar ahí, por mucho que se esconda. Quizá por eso el mar siempre tuvo envidia de aquella caracola que hacía de escondite perfecto, de forma que si la tomamos entre nuestras manos y la colocamos al oído, podremos escuchar el rugido del océano que nunca, nunca, nunca cesa.

¿Cómo dibujarías la libertad?

Los dibujos son una de las armas más poderosas de expresión y de comunicación. De un único disparo ya expresan todo, llegando directamente hasta las partes más profundas de ti. No sabría cómo dibujar la libertad. Siempre la he visto representada con alas, como si el dejar volar la imaginación fuera el único camino. Muchas otras veces se hace referencia a ella en cuanto a la libertad de expresión, dibujándose por tanto con una persona gritando ya que nada va a poder callar su voz. ¿Qué me dices de la libertad de pensamiento? ¿Cómo lograr dibujar un cerebro, un pensamiento sin restricciones? La libertad es algo complicada. La utilizamos con demasiada facilidad para todo lo que significa y representa. Es la bandera más importante de la lucha. Sin libertad casi no somos. Nos reducimos a algo muy pequeño y fácil de controlar. Me gustaría poder definirte, libertad, pero fíjate, incluso para ello eres libre. Quizá trate de hacerte mía sin darme cuenta de que nunca lo serás. Quizá únicamente t

Mar de dudas:

Creo que la magia es aquello indescriptible que te hace feliz, que te toca el corazón como si fuera una melodía de piano, que te enseña un poco de luz incluso en los momentos más oscuros, que te susurra que ese fuego va a arder siempre dentro de ti, que nada lo va a apagar. A veces considero que nado en un mar de dudas. Buceo por si encuentro alguna respuesta en el fondo, pero acabo por quedarme sin oxígeno y salir de nuevo a la superficie. Respiro hondo. Pero ahí siguen las dudas. Rodeándome.  No sé si seré capaz de disfrutar de la libertad del oleaje mientras sienta todas esas incógnitas pegadas a mi piel, si encontraré respuestas que quiero o si acabaré por descubrir que todo está dentro de mí y que, poco a poco, acabaré por darme cuenta de que yo misma me enseñaré cada cosa en el momento que verdaderamente lo necesite.

Dentro de mí:

Muchas veces pienso que lo mejor es recurrir a mí misma para encontrar la respuesta a todas mis preguntas. Empiezo a buscar en mi interior y me doy cuenta de que, cuanto más avanzo, más dudas y menos respuestas tengo. Me paro y recuerdo todo lo que la vida me ha enseñado. Aquellas frases que se graban a fuego en el corazón para que no se olviden nunca, aquellas carcajadas que rompen a volar como un huracán sin dejar nada a su paso, aquellas gotas de lluvia que recorrían todo el cristal de la ventana mientras de fondo sonaba mi canción favorita. Entre tanta búsqueda me perdí en recuerdos y, justo en ese preciso instante, supe que las dudas se habían esfumado como el humo del café, haciéndome entender que las respuestas siempre estarían en aquello que me hiciera encender la llama que arde dentro de mí, guiándome en cada paso y asegurándome que el camino será el correcto siempre que pueda batir mis alas para poder ser feliz y, finalmente, volar.

Pedazos:

A veces encuentro conexiones donde menos me las espero. Donde no estoy segura de querer encontrarlas. Donde la vida me sorprende con personas que jamás hubiera imaginado. Porque en eso consiste, en tener planes y que a veces se resquebrajen y los pedazos se los lleve el viento a no sé dónde. Quiero buscar esos pedazos. Para ver en qué consistían los sueños iniciales. En quién era antes de todo esto. Verme. Sonreírme. Mirar el atardecer. Decidir quién quiero ser. Seguir construyendo sueños, aunque puedan romperse y volver a volar de nuevo.  Quizá sólo tenga que abrazarlos tan fuerte que los haga formar parte de mí para que, por mucho que sople el viento y por mucha tormenta que haya, se queden conmigo siempre, cubriendo esos huecos que no sabía con qué llenarlos.

Madrid:

Madrid, tienes algo especial. Eres esa ciudad en la que te puedes encontrar a ti misma en cualquier rincón, descubrir quién eres y quién quieres ser en realidad, ver que los sueños se pueden rozar con las yemas de los dedos estando al alcance de mis manos, que encuentras esa magia al girar en cada esquina cuando las luces iluminan el cielo nocturno, que puedes sentir esa tranquilidad interior mientras paseas sin rumbo fijo y sin prisa. Eres esa ciudad en la que se vive. A la intensidad que tú quieras y decidas, sin importar de dónde vengas o a dónde quieras ir, Madrid estará lista para ti, para acogerte, abrazarte y susurrarte que te quedes un rato más porque, para ella, nunca es suficiente.

21 gramos:

Alguna vez he escuchado que el alma pesa 21 gramos. No sé cuánto será su peso.  Sólo sé lo que creo. Y es que existe. Que está tan dentro de mí misma que muchas veces se oculta por miedo de vivir a flor de piel, pero que disfruta feliz cuando los ojos brillan y sientes por dentro que todo está bien y que nada puede ir mejor. Como justo en ese instante en el que comienza a sonar tu canción favorita, cuando encuentras a la persona indicada entre tanta gente, lees un libro que mantiene tu ilusión con cada página o los detalles que hacen las sonrisas fáciles. Yo creo que es lo que hace brillar a cada persona individualmente. Aun cuando lo que te rodea es oscuridad, te vuelves luz, sintiendo en lo más profundo de ti, que la vida es bonita y la Luna brilla más que nunca.

El verano:

Ahora mismo no puedo parar de ver fotos de este verano.  Echo de menos absolutamente todo. El olor, los pantalones cortos, vivir sin restricciones, que no hubiera normas de seguridad, poder abrazar y besar sin miedo, salir de noche y volver de día sin que supusiera ningún problema, conocer gente y no querer sacarla de tu vida, la cerveza fría en una terraza al sol, el moreno y las marcas del bikini y de las pulseras, las sonrisas sinceras, las orquestas de las fiestas y las atracciones, las noches desastrosas, los conciertos de tus artistas favoritos, dormir a las diez de la mañana en tiendas de campaña, el descenso del Sella, el mar y sus olas, borracheras que acaban a hombros de otra persona para que disfrutes de esa canción que significa tanto. Al fin y al cabo, la juventud en plena libertad. Así me siento ahora que eso estaba justo al alcance de mis dedos y se ha esfumado con el viento. Me encuentro llena de ganas inmensas que no caben dentro de mí de volver a vivir todo aquello qu

Cuestión de tiempo:

A veces me gustaría guardar en un cajón todos los buenos sentimientos para que, en días tristes, fuera capaz de rescatarlos y hacerlos iluminar toda la habitación. Poder recurrir a ellos siempre que fuera necesario para recordarme que, sea lo que sea, pasará. Siempre me han enseñado que el tiempo lo cura todo. Sana las heridas, como si la aguja que marca las horas se convirtiera en aguja de coser y arreglara los rotos. Quizá sea un reloj de arena que va rellenando los huecos internos haciendo que únicamente se vean las grietas. O puede que sencillamente sea el viento que traen los años que hace que la tristeza se vuelva más ligera y pese menos sobre mis hombros. No sé cuál de todas será la respuesta o ni siquiera si es alguna de ellas, pero, lo que sí sé, es que es cuestión de tiempo que te encuentres a ti misma bailando feliz bajo la lluvia donde, antes, sólo veías tormenta.

Contar hasta diez:

¿Y si no? ¿Y si se desmoronan todos nuestros planes justo cuando los creíamos al alcance de nuestra mano? ¿Y si se resquebrajan todos los sueños e ilusiones y se queman en la hoguera de lo imposible? ¿Y entonces ahí qué? ¿Dónde podemos guardar todas esas ganas sin que desaparezcan para siempre?  Siempre quise esconderlas para poder rescatarlas. Nunca lo conseguí. Me inundó el miedo de lo desconocido. Entró por las grietas de los infinitos rotos y descosidos, haciéndose cada vez más hueco para calar lo más hondo posible. No pude pararlo. Se apoderó de mí y cubrió de negro todo lo demás. Hizo que no viera más allá donde antes la imaginación era libre. Me quedé sin saber qué hacer. A día de hoy sigo sin tener una respuesta firme. Quizá el escondite de las ganas se encuentra dentro de mí y todavía estoy intentando descubrir dónde. Puede ser también que esas ganas nunca se hayan ido del todo y estén aguardando a que acabe de contar diez para ir a buscarlas. Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco. Se

Abrazos:

Hay momentos en los que lo único que necesitas es un abrazo. Sentir el corazón de la otra persona palpitando al mismo compás. Darte cuenta de que nunca querrías que acabara. En ese instante en el que estás tan cerca de alguien, ves el miedo que te da que ese sea el último abrazo. Hay veces que no lo sabes. Otras que sí y da tiempo a despedirse. Nunca me gustó decir "adiós". Significa que no hay vuelta y, eso, siempre rompe. Quizá mejor un "hasta luego", dejando, como poco, una mínima posibilidad de futuro reencuentro. Y, volviendo al inicio, sigo queriendo quedarme un rato más en ese abrazo que tanto necesito. Parar el mundo y que deje de girar por unos segundos. Disfrutar de ti. Una vez más.

Seguiréis conmigo siempre:

Qué maravilloso es recordar. Cerrar los ojos, abrirle las puertas a tu memoria para que vuele libre y te lleve a donde sea. Hasta lo más profundo de cualquier recuerdo feliz, que te sumerja en él y te haga revivir todas y cada una de las sensaciones de ese instante. Quizás una carcajada, unas lágrimas, un abrazo de esos que reconfortan, una mirada que cala hondo, una sonrisa sincera, una despedida. Siempre me he preguntado si es mejor tener la posibilidad de despedirse o no. De decir adiós y te echaré de menos. De que se te desgarre el alma porque sabes que no habrá reencuentro. Que no habrá más oportunidades.  Pero todo eso es mentira. A esas personas te las vuelves a encontrar en fotos, en música, en gestos, en la felicidad, en ti. Esas personas que llegaron tanto a ti y te abrazaron tan fuerte el corazón siempre dejan huella y nunca se borra, por mucho que llueva y haya tormenta. Ahí estarán. Para sonreírte desde donde quiera que estén y sentirse orgullosos de todo lo que has conseg

A corazón abierto:

Hay veces en las que me paro a pensar acerca de todos los posibles "y si". Siempre llego a la misma conclusión: "nunca lo sabrás". ¿Acaso si me dieran la opción querría saberlo? ¿Me arriesgaría a cambiar la incertidumbre por conocer otro futuro? Me gusta rozar estos temas y trascender más allá de lo cotidiano. Es bonito cuando lo compartes y la otra persona te deja explotar su interior. Mostrarse casi a corazón abierto. Merece la pena cualquier cosa por una sonrisa tuya. De esas sinceras que arrancan desde dentro para brillar fuerte. Para dejar huella en corazones inocentes como el mío. Me miras y se me olvidan todas las preguntas porque sé, que de alguna forma u otra, tú serías mi respuesta.

¿Desaparecen?

¿Quién se queda los abrazos que nunca damos? ¿Dónde se refugian las palabras que nunca decimos? ¿Desaparecen? Así, ¿sin más? Yo creo que las guardo en algún rincón escondido de mí y, de vez en cuando brotan. Florecen como si fuera primavera, arraigando sus raíces bien fuerte para quedarse siempre conmigo, para que no se me olvide el significado de sentir, de ser. El significado de los recuerdos. Aunque fueran sólo imaginaciones y nunca reales, de alguna forma u otra, yo sé que existieron. Quizá el alma es quien atrapa todos esos abrazos y palabras, haciéndolas suyas y proclamando libertad.

Mi aventura:

Imaginar sobre el futuro y pensar: "mi aventura". Sentir la emoción y las ganas por el qué vendrá. Soñar con todas las opciones posibles e ilusionarme con cada una de ellas. Muchas veces somos más felices planeando algo que luego cuando realmente ocurre. Pasamos los días a base de objetivos y de metas. Olvidándonos de lo más importante y de lo único que tenemos. El ahora. El presente. La vida en este mismo instante. Dejémonos, tanto tú como yo de obsesionarnos tanto con el futuro para hacer lo que realmente tenemos que hacer: vivir; para darnos cuenta que, realmente, la aventura ya ha comenzado. 

El amor:

El mayor error que puedes cometer es olvidarte del amor. Si no hay amor todo se vuelve más gris, más desgastado, más feo. El amor es una mirada diferente. Hay más paciencia, más cariño, más todo. El amor de verdad salva y cura. Ayuda a que te repares las heridas. El amor sana. Déjale hueco, que está deseando pasar.

Gracias:

Hay una palabra que siempre desencadena una sonrisa después: "gracias". Es una palabra que casi podemos escucharla a diario y que hace que el día sea un poco mejor. Le da un toque de luz si era demasiado oscuro. Nos hace darnos cuenta de los pequeños detalles. De valorar la amabilidad de las personas. De fijarnos un poco más allá de nuestro propio ombligo. Mirar a los demás porque el mundo tiene infinitud de cosas que ofrecernos a simple vista y que, muchas veces, ni nos paramos unos segundos a contemplarlas.  Cosas como el calor del Sol, la belleza de la Luna, el brillo del mar, el sonido del oleaje, la inmensa cantidad de tonos por los que pasan las hojas de los árboles a medida que cambian las estaciones... y tantas otras que me olvido porque ni siquiera podría llegar a escribirlas todas en este texto. Hay tanto donde encontrar que ni siquiera hace falta buscarlo. Así que, decídete por mirar a la vida de frente y dile "gracias", que seguro que te sonríe después.

¿Canción favorita?

Ir con alguien en el tren y que te pregunte: "¿canción favorita?" Y darte cuenta de que no tienes ni idea de qué responder. Sencillamente sonríes y encoges los hombros. Vas con la persona indicada porque ya se sabe tu respuesta, aunque cada semana sea una diferente, siempre habrá una canción que roce delicadamente el corazón, que te acaricie por dentro y te susurre su melodía que todo va a salir bien. Sea el momento que sea. Que todo pasará. A veces tienes la suerte de encontrar todo esto y, además de en una canción, en una persona. Ese alguien te dará la mano y querrás no soltarla nunca y, justo en ese preciso instante, será como si estuvieras escuchando tu canción favorita.

Todo vuestro:

La vida nos regala el tiempo mientras nos susurra: "todo vuestro". Deja en nuestras manos la responsabilidad de disfrutar de ese instante, justo antes de que la aguja siga avanzando. Hay personas con las que los momentos no corren, si no vuelan. Cogen carrerilla y no paran. Van hacia donde sea. Sin frenos. Con ganas de comerse el mundo. Aunque para eso tengas que estrellarte.  Saborea la infinitud y la efimeridad del momento, por muy contradictorio que parezca y susúrrale a la vida: "todo nuestro".

Compañía:

No es el sitio. Es la compañía. Es a quién te apetece dar un abrazo y que nunca se acabe.  Refugiarte en el corazón de la otra persona y sentir que estás en casa. Alegrarte la vida porque esa persona te abre la puerta para mostrarte sus puntos débiles, sus miedos y sus sueños. Qué bonito es demostrar cosas con el corazón libre y sin temor a nada. Ojalá encuentres la suerte y te cruces con personas así, que confíen tanto en ti y que quieran compartir. Lo bueno y lo malo. Lo mejor y lo peor.  Porque todo lo anterior, se envuelve y defiende con la palabra amistad.

Felicidad contigo:

La calidez de los reencuentros en cualquier estación del mundo, abrazándose el amor y encajando sus piezas de nuevo. Las ganas y la vida se cogen de la mano, sonriéndose con esa complicidad que la ilusión regala a cada instante. Y nos miramos a los ojos bañándonos en la luz de la magia. La Luna se refleja en los cristales, en los charcos y en tu mirada. Siempre me quedaré con tus pupilas para tener dentro de mí esa sensación que otorga la palabra "hogar".

Personas que son luz:

A veces en la vida te cruzas con personas con una sensibilidad especial, que rozan y masajean el alma con sólo mirarte, que te llenan el corazón de ternura con un sencillo gesto, con una sonrisa tímida. Estas personas tienen algo dentro que es inefable, que es algo que sencillamente sientes al conocerlas. Estas personas son como una melodía tocada al piano que escuchas por primera vez. Esa suavidad con la que se acarician las teclas y la música encaja a la perfección en el compás. Son conexiones que enlazan corazones entre sí. Dejándolos unidos. A pesar de la distancia.