Contar hasta diez:

¿Y si no?
¿Y si se desmoronan todos nuestros planes justo cuando los creíamos al alcance de nuestra mano?
¿Y si se resquebrajan todos los sueños e ilusiones y se queman en la hoguera de lo imposible?
¿Y entonces ahí qué?
¿Dónde podemos guardar todas esas ganas sin que desaparezcan para siempre? 
Siempre quise esconderlas para poder rescatarlas.
Nunca lo conseguí.
Me inundó el miedo de lo desconocido.
Entró por las grietas de los infinitos rotos y descosidos, haciéndose cada vez más hueco para calar lo más hondo posible.
No pude pararlo.
Se apoderó de mí y cubrió de negro todo lo demás.
Hizo que no viera más allá donde antes la imaginación era libre.
Me quedé sin saber qué hacer.
A día de hoy sigo sin tener una respuesta firme.
Quizá el escondite de las ganas se encuentra dentro de mí y todavía estoy intentando descubrir dónde.
Puede ser también que esas ganas nunca se hayan ido del todo y estén aguardando a que acabe de contar diez para ir a buscarlas.
Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco. Seis. Siete. Ocho. Nueve. Diez.

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