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Mostrando entradas de septiembre, 2016

Alguna exclamación que otra.

Y, ¿para qué mentiros? ¡Qué bien sienta ser feliz! Ni siquiera sentirse feliz, si no serlo. ¡Qué maravilloso es poder disfrutar con los mínimos detalles!  Unos 'buenos días' que nunca están de más, un 'gracias' que siempre se agradecen, un 'perdón' acompañado de una medio sonrisa como señal de doble disculpa y tantas otras delicadezas que, de vez en cuando, se aprecian en las escenas más cotidianas, en esa rutina que tan poco nos gusta.  Intento explicaros con palabras la sensación que me recorre entera día sí y día también, pero, hoy mismo leí el significado de la palabra inefable y, cómo deciros que no podría explicarme mejor que con este adjetivo calificativo. Por cierto, quiere decir que algo es tan increíble que no puedes valerte de las palabras. ¡Sintámonos felices de poder vivir otro día más! Porque, ¡qué importante es sentirse vivo y no estar vivo sin más!  (Últimamente utilizo muchísimo las exclamaciones, aunque, tiene una explicación, quiero

¿Cómo ser feliz?

Muchas veces he leído la siguiente pregunta: ¿cómo ser feliz? ¡Cuánto nos complicamos la vida! Quizá, y solo quizá, puede ser que yo lo vea de manera muy sencilla porque tengo la suerte de tener la alegría y el optimismo al alcance de mi mano, no es que los roce, es que puedo prácticamente cogerlos y hacerlos míos. Todos esos buenos sentimientos, esas buenas vibraciones que deberían recorrernos a todos, que deberían hacernos felices a cada uno de nosotros. Sin embargo, yo no tengo mucho mérito. Soy feliz porque tengo todas las herramientas para conseguirlo. Tengo gente a mi lado que me quiere, salud y ganas de vivir. Pero, ¿y todas aquellas personas que incluso en los momentos más oscuros son capaces de alumbrar más que el Sol? Esa gente, que, a pesar de todas las dificultades, las salta como puede y todo para seguir adelante. Para demostrar al mundo que después de la tormenta viene la calma, que las estrellas no brillan sin oscuridad (cierto es, podemos comprobarlo en el cielo de Ma

Verbos y detalles.

¡Qué bonito es sentirse vivo! Reír, llorar, saltar, correr, gritar, escuchar, cantar, bailar, beber, salir, ver, leer, disfrutar, dar. Ahora podría seguir mencionando todos aquellos verbos que merecen la pena, aquellos verbos que tienen que ser conjugados en primera persona sí o sí, aquellos verbos que todos tenemos que experimentar al menos alguna que otra vez. ¿Nunca os habéis dado cuenta de lo poco que apreciamos los pequeños detalles?, ¿las mínimas cosas que todos pasamos por alto? Es como si estuviéramos demasiado ocupados en nosotros mismos, como si no tuviésemos tiempo para los demás. Cuando, sinceramente, es el regalo más bonito que te pueden hacer. Regalar el tiempo. Ir en el metro, fijándote en el resto de pasajeros y pensando acerca de ellos, de su vida, de su familia, de su historia, de sus gustos, de su color favorito. Hay tantas posibilidades que, hasta la imaginación en ocasiones se queda seca, sin nuevas vidas que inventar, sin personajes que crear en este cuento. Q

Ideas, trenes, sonrisas.

Ahora mismo hay miles de ideas recorriendo mi mente, pasan como trenes, todos a la vez. No puedo subirme en todos. Elijo uno, el de la tercera vía y corro para cogerlo, antes de que las puertas se me cierren en las narices. No me he parado a ver a dónde me llevaba, por qué paradas pasaba o cuál es mi destino. Quizá, porque, a veces, teníamos que dejar que el futuro surgiese al azar, que fuera tan incierto que nunca nos imaginásemos qué pasaría en los próximos minutos o, incluso, segundos. Miro por la ventana y me pongo a pensar. Bueno, más bien, me quedo con algunos que otros recuerdos y no paro de reproducirlos en mi cabeza. Como si fueran una película y la banda sonora fuera la canción que estaba sonando en ese preciso instante en mis auriculares blancos. Seamos nuestros propios directores de cine, seamos los actores, los protagonistas, los escritores, los pintores. Dirijamos la película de nuestra vida, interpretemos el papel que siempre habíamos soñado, escribamos sobre un prese

Rincones.

Pero, ¡qué bonito es perderse por los rincones escondidos de alguna que otra capital! Esa maravillosa sensación de pasear por los parques, de tumbarse a la sombra a contemplar el día a día de los demás, de imaginar su historia, de pensar sus nombres, de agarrarme a alguna que otra farola y girar y girar mientras la Luna brilla allí arriba. Era casi de noche y las luces ya estaban encendidas. No me dio tiempo a calcular cuántas había en aquel paseo, aunque, sinceramente, tampoco tenía intención de hacerlo. No hacía mucho frío, unos vaqueros y un jersey. De repente, el aire se levanta con fuerza y comienza a revolotearme el pelo, a jugar con él, mareándolo de un lado para otro. Se va a enredar, y mucho, pero, en ese momento, me daba igual. Sonrío. Porque sí. ¿Por qué no? Tenía motivos suficientes como para disfrutar del momento y poder perderme en el recuerdo que ya estaba prácticamente creado. A diecinueve de septiembre, lunes.

Dieciocho.

Me encanta sentirme feliz, pensar en todos los motivos y razones por las que merece la pena sonreír, por las que hay que vivir hasta lo más profundo del tic-tac del reloj y no quedarnos a medias. Olvidarnos de todo aquello que no merece la pena, sentirnos llenos, ver que la vida es maravillosa. Bueno, quizá no siempre lo sea. Hay veces, ocasiones, en las que la suerte nos da la espalda, nos deja de lado y todas las luces se apagan de golpe, quedándonos a oscuras sin saber qué camino será el correcto. Sin embargo, no nos queda otra que seguir hacia delante, que continuar buscando el futuro que queremos, sin olvidar el presente que tanto merece la pena. El tiempo nos roba personas, la desilusión se lleva sueños que siempre habíamos tenido y la vida trae consigo momentos que nadie habría querido experimentar. Pero, ¿sabríamos apreciar los buenos recuerdos si no hubiera malos? Es la única pregunta que me sirve para cuestionarme por qué no siempre las flores crecen, por qué no siempre es p