Una obra de teatro.

Más de una vez he escuchado eso de que la vida es una obra de teatro a gran escala.
Realmente, se podría entender como si el guión que estuviera escrito fuera el destino, aunque, estaba claro que cuando uno entraba en escena, podía saltárselo si quería. Más de una vez era necesario hacerlo, había que improvisar, no tenerlo todo clavado, dar lugar a la imaginación en vez de a tanta organización.
Tú eras el propio protagonista de la historia, solo de ti dependía la obra, solamente de ti. Podías seguir hablando cuando acababa tu diálogo a pesar de que el director te hubiera pedido expresamente que lo hicieras todo tal y como el guión exigía. Pero, al fin y al cabo, a ti nunca te había gustado seguir lo que dice un papel.
La obra iba a comenzar y los nervios te estaban desgarrando por dentro. Segundos después, se abre el telón.
Era tu turno.
Sales y, con el cuerpo entero temblando, empieza la obra. No sé si sería un monólogo, una comedia o una obra dramática pero esa elección ya la dejo en tus manos.
A 21 de marzo, martes.

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