Sonrisas y caminos.

Qué imprescindible que la sonrisa combine con todo, ya sean unos vaqueros, unos calcetines chillones o un pintalabios rojo.
Te prometo que no había momento en el que no quedara bien, es más, nunca venía mal: una sonrisa limpia y sana de apoyo moral, una sonrisa sincera al ver un pequeño detalle, una sonrisa. No pido más. Aunque, si no os miento, ya era mucho. No siempre eran tan transparentes y simples como os quería hacer ver hace escasos segundos. Pero, ¿acaso era tan complicado? ¿O éramos nosotros con nuestras incansables limitaciones?
Siempre preferíamos seguir al rebaño, pisar las mismas pisadas que ya habían caminado por ahí para ir sobre seguro, jamás salirnos de las vías porque ellas nos señalaban la dirección correcta.
¿De verdad no vas a elegir por ti mismo y así ser plenamente libre? ¿De verdad no quieres saber cuál es la sensación de correr y sentir el viento entre tu pelo, sacudiéndolo con la fuerza de un huracán?
Muchos pensarán que estoy loca, que me equivoco, que todos debemos ser iguales y que apenas hay diferencias entre nosotros.
Según mi opinión, estaban equivocados. Cada uno de nosotros somos diferentes, únicos, nuevos mundos enteros por explorar, océanos que nadar y cielos que volar. Sin embargo, lo maravilloso era ser capaz de dejar esas diferencias de lado y conectarte con el mundo fundiéndote en uno solo.
A ya doce de noviembre, sábado.

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