Soñar despierto.

Hay un momento en la vida en el que comprendes que no hacen falta alas para volar. Algún que otro se reirá como si fuera algo lógico pensando que hablo de alguna máquina que alce el vuelo tan alto, o incluso más que los pájaros.
Pero, qué va, sentiría la vida de manera muy superficial si creyera que todo se basa única y exclusivamente en lo material.
¿Dónde os habéis dejado los sueños? ¿Los habéis soltado por el camino por miedo a que no se cumplieran después de pedirlos tantos años al soplar las velas? Estoy hablando en segunda persona porque, ahora mismo, me niego a dejar que mis sueños no me hagan volar, quiero dejar que me hagan sentir que rozo las nubes con las yemas de los dedos hasta que prácticamente me zambullo en ellas como si fueran piscinas de algodón.
Ojalá ese momento del que te hablaba al principio de este texto llegue justo ahora o quizá llegue yo tarde y ya te hayas dado cuenta.
A quince de noviembre, martes.

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