Luces.

Una conversación cualquiera en uno de los autobuses de la ciudad.
Las luces iluminaban la calle, y si te quedabas mirando fijamente a algo (y a la vez a nada), las veías borrosas, miles de puntos luminosos a lo largo del paseo.
Decidí bajarme en esa parada, aunque no era la mía. No sabía muy bien qué hora era, solamente quería pasear a mi aire, mirando a todos los que pasaban por mi lado en ese instante. Personas que posiblemente jamás volvería a ver en mi vida.
Las farolas brillaban con tanta fuerza que prácticamente me impedían ver las estrellas. Igual hoy estaban más tímidas y no querían salir. Aun así, me tumbé en un banco y miré hacia arriba. Las constelaciones no estaban enteras, aunque, qué más daba eso, ya estaba yo para imaginármelas.
Quizá eso debamos hacer todos, no tener que ver a alguien para saber que está ahí, que solo nos baste con un 'hola' para que todo sea como siempre.
En ese instante concreto aposté, no sé con quién, quizá conmigo misma, me propuse que las cosas buenas nunca cambien.
Arreglar el mundo.
Ser feliz.
Una lista enorme de cosas que quiero hacer con mi vida, no sabía muy bien cuándo empezar con todas ellas, pero entonces me pregunté: ¿por qué no ahora?
A ya veintinueve de abril.

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