Sí que éramos capaces de lograrlo, de eso estaba segura.

La vida nos trata como le da la gana, igual nos pone una piedra en el camino más grande que nosotros mismos o igual es un paseo por la arena de alguna playa en la que escuchas de fondo el vaivén de las olas.
Las circunstancias importaban mucho, claro, pero, ¿y la perspectiva qué? ¿Qué sería de nosotros sin ella? Poco.
Somos así, a veces negativos y por suerte muchas otros positivos, casi tanto, que acabamos siendo hasta un poco irreales. Ellos nos llamaban estúpidos aunque yo prefería optimistas. Simplemente ver la vida de una manera que me permitiera luchar por mí, por ti, por cada uno de todos nosotros, que me permitiera ser libre, conseguir mis objetivos en la vida pero sobre todo, y por encima de cualquier cosa, lograr un mundo lleno de felicidad.
Parece que preferíamos el camino del odio, pero yo estaba segura que solamente era cuestión de cambiar el rumbo y olvidarnos un poco del sentido que nos daba la brújula, dejar el mapa en el sitio trasero y empezar a elegir por nosotros mismos.
Al fin y al cabo, cada uno es quien anda por su propio sitio, a veces lleno de bajones y otras tantas de subidas que parece que no acaban nunca.
A 1 de abril, viernes.

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