Sábados.

Tengo tantas ganas de volar alto, de surcar los cielos como un pájaro, de ver las nubes de cerca para ver si son como todo niño imagina, de dulce algodón blanco.
Sobrevolar ciudades enteras y de vez en cuando, parar. Quedarme mirando a toda la gente que pasa, cada uno con su vida, con sus pensamientos, con sus miedos, con ellos mismos.
Me encantaba soñar y apostar por todos nosotros, ya no solo por mí, ni tampoco por ti, si no por todos. Soñar y creerme que cambiar el mundo era posible, verme capaz de aportar un granito de arena en este mundo que poco a poco va decayendo.
Sé que podemos lograrlo, sé que somos mejores de lo que pensamos, sé que todos necesitamos conseguirlo.
Nunca paro de soñar y me gustaría no dejar de hacerlo, seguir luchando por mis valores, defenderlos, sentirme orgullosa de ellos y jamás dejando que me los pisoteen. Que sin ellos no soy nada, que yo soy lo que soy, que el mundo puede verme así, ahora mismo si hace falta, no me importa. Qué bonito era que uno se mostrase tal y como es, sin juicios, sin risas, sin burlas.
Sigo soñando con ese mundo ideal, a pesar de todo lo que está pasando, sigo creyendo en que es posible.
Consigámoslo, no puede ser tan complicado.
A 20 de febrero, sábado.

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