Carcajadas en cajas.

Encerraría todas las melodías de las risas en una caja para escucharlas en los momentos más bajos, en los que parece que el tiempo pasa tan lento que las manecillas no se mueven, que el viento no sopla, que el Sol no brilla, que la Luna está escondida detrás de las nubes, que las estrellas están cansadas, que la calle está vacía y la cama fría.
Las dejaría sonar cuando quisieran, el orden me daría igual porque al fin y al cabo es la calma que me transmiten lo que llega hasta a mí y se queda circulando de arriba para abajo o en cualquier otro sentido. Quizá las ganas de arreglar el mundo pueden con todo aunque por encima está la esperanza que nunca puede decaer, que siempre debe mantenerse arriba, flotando como las nubes por encima de nosotros.
Que suenen tan alto que todo el mundo se entere, que dejen volar los sueños como el humo de algún tren, como algún avión que acaba de despegar y sube a velocidades impresionantes. Deja que se queden por ahí arriba, viendo que suben a la vez que tú saltas a por ellos, de nube a nube, agarrándote a cada uno de los rayos de Sol, poco a poco hasta que lo rozas y lo haces tuyo. De repente ves que se esfuma y que caes. Sé lo suficientemente valiente como para volver a saltar a por él, vamos, le encanta que vayas detrás suya.
A ya veintitrés de mayo, lunes.

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