El tiempo no para.

Los recuerdos acaban de venirme de golpe y porrazo, sin llamar, sin siquiera avisar.
De repente uno se da cuenta de todo lo que ha pasado y de todo lo que está pasar, de que se deja atrás una nueva etapa pero siempre poniendo el pie en una nueva. La prudencia nos recuerda que quizá pisemos en falso, que no sabemos el qué vendrá, el optimismo cree que pisamos sobre seguro y el corazón me grita que adelante.
Una puerta se cierra mientras otra se va abriendo, poco a poco, hasta que te das cuenta de que ya estás entrando en otra habitación, completamente nueva, con otras manos a las que agarrarte, con otra gente con la que bailar y sonreír. Hay tantos motivos para disfrutar que yo no sé cómo lo hacemos que siempre cogemos los malos recuerdos, los malos momentos, olvidando todo lo bueno que vamos dejando por el camino.
Son las 3:14 de la madrugada e igual es hora de dormir, pero ahora mismo solamente me apetece estar así, tumbada, imaginándome que el techo de mi habitación de color azul es el cielo y cada uno de vosotros que me acompañáis (aunque ya no estáis del todo) las estrellas que lo iluminan. El camino se hace paso a paso, recordando lo bueno y lo malo, de la mano de quien quiera dártela, pero sobre todo y principalmente, siendo feliz y sonriendo a más no poder.
Al fin y al cabo, {pase lo que pase mañana, siempre tendremos hoy}.
A ya 15 de junio, miércoles.

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