Fuego y cenizas.

Y que tenemos un fuego dentro que nos abrasa cada parte si no lo seguimos. Que nos quema con cada decisión equivocada. Que nos hace arder enteros a la mínima que algo sale mal.
Es una llama que es mejor amigo en las buenas y peor enemigo en las malas.
Y que se convierte en cenizas de vez en cuando y no sabemos por dónde esparcirlas, si tirarlas al mar y que viajen por siempre sin ruta alguna; si que vuelen con el viento formando un huracán desde el pico más alto del mundo; si que se mojen en el suelo de la ciudad con cada gota, desvaneciéndose poco a poco, llegando a ser nada.
Quizá las cenizas son todo lo que nos queda después de numerosos errores y fallos, pero seguramente esté en nuestra mano el avivar de nuevo el fuego con un par de piedras para volver a sentirnos vivos por dentro.
A doce de septiembre, miércoles.

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