El corazón siempre se recompone de los destrozos.

La noche ya no duele tanto sin ti. El aire es un poco más frío, pero siempre me ha gustado esconder las manos en un jersey de lana y abrazarme a mi corazón caliente para templarme un poco. Mirábamos el mismo cielo, pero buscando estrellas distintas y nunca nos poníamos de acuerdo.
El fuego ya está apagado, pero tú insistías en echar más leña y para mí ya no iba a arder más porque únicamente quedaban cenizas.
Tú veías los blancos y yo los negros.
Tú preferías el día y yo la noche.
Éramos polos opuestos y lo seguiremos siendo. Lo que ya no somos es nosotros, pero es cuestión de tiempo hasta que el mar vuelva a estar en calma y escuchar de fondo el oleaje.

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