Recordárselo a la Luna:

Y decirle a la Luna que ya no bailo sola.
Que la música me acompaña hasta lo más lejos que quiera llegar.
Me sumerjo en el reflejo de la noche.
Buceo.
Me encuentro.
Salgo a flote.
Respiro hondo y siento la tranquilidad dentro de mí, como un huracán de paz que llega arrasando y, después nada. Silencio.
Silencio que se rompe con tu risa.
Y, es ahí, justo en ese momento y en esa carcajada donde, realmente, me encuentro.

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