Lo importante es que sea mutuo:
Acariciar el alma con las yemas ásperas de los dedos, susurrar con suavidad al oído las palabras más sinceras que se habían dicho nunca y, por último, ser y hacernos felices mutuamente.
Acariciar el alma con las yemas ásperas de los dedos, susurrar con suavidad al oído las palabras más sinceras que se habían dicho nunca y, por último, ser y hacernos felices mutuamente.
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